Judith es una mujer de veintitantos que ha logrado superar la pobreza y las drogas para convertirse en una exitosa marchante de arte internacional (a.k.a. tiene una galería y vende arte famoso). En el proceso, ha tenido que sacrificar muchas cosas. Entre ellas, a Judith. Como Elizabeth Teerlinc podrá vivir la vida que siempre soñó… ¿o no?
En las calles de Paris Elizabeth (Judith) disfruta de su galería hasta que un hombre aparece y amenaza con tirarlo todo al suelo: un experto en arte que le pide trabajar para uno de los rusos millonarios más temido del mundo, con una vasta colección de cuadros clásicos. Alagada, Elizabeth acepta y viaja hasta una mansión donde encuentra piezas que solo soñó con ver en libros. Sin embargo, decide rechazar.
La aparente ofensa del ruso traerá como consecuencia amenazas de revivir a la ya oculta Judith y sepultar a Elizabeth y todo lo que ha conseguido, para siempre. O aún peor, acabar con su vida. Es hora de huir.
Judith se convierte en un animal desbocado. El temor es un motor mucho más poderoso que la ira. A su paso deja muerte y confusión, mientras manipula con el sexo y la astucia. Lo que sea por sobrevivir. Activa todos sus contactos; una red de relaciones entre los millonarios y el mundo del arte.
A través de relaciones tormentosas, sexualidad como un medio, un par de homicidios y bastantes desprendimientos, Judith se abre paso en un a lucha por la supervivencia de la mafia y enemigos que no aparecen. Conjeturas que la pueden llevar a un asesinato o a la salvación.
L. S. Hilton, la autora de Dómina, es periodista y crítica en arte. Ha vivido en Key West, Nueva York, París y Milán. Lo entretenido de la novela es que la ficción se mezcla con sus estudios en literatura e historia, por lo que con una buen libro de arte al lado todo hace mucho más sentido.
Dómina es la segunda parte de Maestra, y aunque claramente hay cosas que se entienden distinto si leen primero maestra, Dómina es completamente autónoma: pueden leerlo sola sin ningún problema. Se entiende y emociona con la misma intensidad.
Por Adriana Villamizar