El director de Anabelle vuelve con esta película que intenta vender terror, pero que parece enfocada en otro público. La historia nos presenta a Joey (Sherilyn Fenn), una chica de 17 años que encuentra una caja con el poder mágico de cumplir cualquier deseo. ¿Pero a qué costo? Los dados anuncian algo doloroso, pero el peligro de mezclar esa premisa a unos personajes infantiles es que la trama se transforme esto último. Ella está harta de su “miserable vida”, de no estar con el chico que le gusta, de un papá que la avergüenza, y la impopularidad típica del mundo adolescente. Suena cliché, y es como se vive. El peso narrativo es demasiado ligero, y lo que esperamos del desarrollo de la historia pierde interés tan solo en los primeros minutos.
Quizás lo más a destacar es el desconcertante nivel de inteligencia de la protagonista, sus decisiones y como se relaciona al resto de personajes, es como una invitación al odio, y claro está, a la muerte. Por más implicancias que tienen sus cuestionables decisiones, el personaje sigue sorprendiendo con su actitud, quizás lo único que no es predecible de la trama. Afortunadamente no todo es inconsistencia, ya que la película funciona en una capa básica, y tiene que ver con lograr una entretención duradera. La génesis de la saga Destino Final está muy presente, y junto a un ritmo ágil es lo que le da pies al relato. No hay un exceso de gore, pero se busca la incertidumbre en torno a cómo ocurrirá cada muerte, donde los factores del entorno siempre llaman la atención, y hay suficiente violencia en ellas para generarte algo de tensión.
¿Terror? No lo creo, el miedo está lejos de ser un protagonista más relevante que la muerte en sí. Quizás sea un elemento que decepcione a varios, pero al menos la película cumple en el pequeño sentido de la palabra. Por más buenos estrenos que hayan pasado por la cartelera en las últimas semanas, siempre parece haber un espacio para el disfrute casual y carente de sentido, un lugar que Siete Deseos sabe ocupar sin complicarse la vida, la misma forma en que recomendaría vivir la película.
Por Andrés Leiva