Escuchar el nombre de Wes Anderson evoca enseguida la idea de colores pasteles, simetrías perfectas, meticulosidad y curiosidad innata por personajes estrafalarios. Historias emocionantes, que vuelven de cada una de sus películas un recuerdo precioso.
¿Nunca se han preguntado cuál es esa sensación, después de ver una buena película, que nos hace sentir cálidos en nuestro interior? Eso se llama alegría, en su estado más puro e infantil.
Isla de Perros es en pocas palabras una joya del stop-motion. Su historia, sus personajes, el tratamiento cinematográfico que posee. Además del prodigioso trabajo de diseño y animación, los típicos diálogos de Anderson y tener a Alexandre Desplat en la banda sonora; es realmente una maravilla.
Todos los elementos que componen a Isla de Perros parecen pequeñas y estilizadas piezas de un puzle. Cada una encaja a la perfección, cada ensamble se traduce en un disfrute inmediato para el espectador.
Cabe recordar que el último trabajo de esta naturaleza, la película Fantástico Sr. Fox parece un recuerdo lejano al lado de Isla de Perros. El mismo Anderson reconoció que sus mayores inspiraciones para esta nueva entrega fue Akira Kurosawa, la leyenda del cine japonés. Junto con los especiales navideños que veía de niño.
Isla de Perros se convierte en un tesoro íntimo para uno. En un rincón donde por unos minutos podemos maravillarnos y perdernos, en este mundo tan colorido y humano. Es la mirada de Anderson la que nos hace reír y conmover al mismo tiempo.
Isla de Perros es en sí misma una celebración, perros y humanos unidos por una causa. El retrato que se hace de Japón respeta el aspecto tradicional del país. Desde haikus a la actuación de Yoko Ono. Hay muchos detalles que parecen regalos.
Sin más, los invito a presenciar la odisea de Atari, un niño japonés en busca de su perro perdido. Una travesía que lo llevará a la Isla de Perros, un lugar al donde han enviado a su suerte a muchos perros que han contraído la fiebre canina.
Por Constanza Lobos