Lucía decide irse de su casa y, con ella, se lleva a los dos niños, pero Pablo se queda ¿Es posible que el amor muera así? ¿Que se apague un día? ¿Cuál es el agua que apaga una llama y mata todo a su paso? ¿Cuál es el chorro que mata el transcurso del tiempo y transporta la vida a un espacio blando e insípido? El tiempo muerto.
Ahí transcurre la novela, a pesar de que los espacios físicos son una casa en los suburbios y un hotel. Una casa, la que fue la casa de ambos; donde vivieron, donde se amaron –quizás- y donde también, terminó todo. Aunque los finales son en realidad comienzos: Pablo y Lucía están separados, pero nada ha concluido en realidad. Un hotel que es una escapatoria temporal.
Tiempo muerto presenta la vida de los esposos después de que se separan y las disyuntivas que supone vivir separados. No se soportan, pero están unidos por lazos profundos. Han formado una familia en Estados Unidos, han salido de sus países y lograron imponerse ante una especie de exclusión natural. Pero no logran definir si eso mismo que los une es lo que los separa.
Entre tanto, mientras todo se derrumba, Pablo continúa escribiendo su novela y Lucía envía publicaciones sobre el feminismo y su vida marital. Ambos reflejos de sus vidas. La desazón de estar separados, amándose y odiándose, esperando que alguno ceda en ese espacio ambiguo.
Margarita García Robayo es una autora colombiana. El año 2015 editó en nuestro país una antología personal de sus textos llamada Usted está aquí. Con Tiempo Muerto ganó el premio literario Casa de las Américas el año 2014.
La novela es conmovedora. Nos habla de cómo nuestras acciones pueden convertirse en bolas de nieve que crecen hasta convertirse en una avalancha que destruye el mundo conocido. Una infidelidad, un comentario, una mentira. Son un golpe que vuelve a la cara; una relación que se quiebra, pero que necesita subsistir para que todo se mantenga a flote. Los silencios son una forma de comunicación más fuerte que las palabras. Es profunda e imperdible.
Por Adriana Villamizar