Secuela de la película que nos introdujo en un mundo donde el bien y el mal no existen, fue Sicario del año 2015. Dicho filme fue dirigido por Denis Villeneuve, quién nos mostró el conflicto entre carteles latinos de droga y la brutal violencia de la frontera.
Esta vez la guerra contra los carteles se ha intensificado en los límites entre E.E.U.U y México. Un acto terrorista ocurrido en suelo americano prende las alarmas, respecto a cómo los terroristas lograron llegar a México para luego pasarse por la frontera.
Es visible el cambio en la dirección de Villeneuve a Stefano Sollima, aún si la fotografía tiene el mismo estilo que Roger Deakins dio a la primera entrega y la música rinde tributo al fallecido Johan Johansson, ciertos pasajes de la narrativa y el montaje se sienten algo fuera de lugar. Esto hace pensar que el director quizá olvido una de las máximas del cine: “si no está roto, no lo arregles”.
El guionista Taylor Sheridan se repite, pero la calidad de la historia disminuye. Desde cómo los tiempos están trabajados en el guion o a cómo esta nueva historia parece tan irreal en comparación a la primera entrega. La ausencia de Emily Blunt se resiente, pues ahora en su ausencia el conflicto interno desaparece y todos los personajes parecen estar en el mismo alineamiento moral.
Por otro lado, Benicio del Toro sigue demostrando su capacidad como actor al mantener una calma siniestra en los baños de sangre que se desarrollan en Soldado. La película con más de dos horas de duración parece estar abarcando más de lo que puede realmente. Dejando un final a medio terminar.
Como recomendación, vean esta segunda entrega como un paso a lo que será la eventual tercera entrega de esta nueva franquicia.
Por José A. Pino