Tres historias, un mismo edificio. Así se planta la trama de esta película francesa dirigida por Samuel Benchetrit, y es una que funciona como una historia de personajes enfrentados a situaciones peculiares, pero con un punto que los conecta, la búsqueda insaciable del llenar un vaso medio vacío. Aunque desde el exterior pueda parecer una comedia de las livianas por un humor tenue que no se esconde, el fondo tiene matices que se acercan más a ese dolor que ansía regocijo.
Isabelle Huppert encabeza la lista de protagonistas. En el caso de ella encarna a una actriz que comienza una curiosa amistad con su vecino adolescente. Otra de las historias enfrenta a un hombre treintón y discapacitado al desafío de conquistar a una enfermera luego de un encuentro casual. Pero la tercera historia es la más llamativa, ya que involucra a un astronauta de la NASA que desde el espacio va a parar a este edificio, donde es recibido por una amable señora. Las tres historias no se conectan directamente entre ellas, pero todas apuntan a lo mismo. Personajes solitarios y encantadores que crecen mediante situaciones insólitas y bien pensadas.
Lo absurdo nunca se lleva al extremo, y está bien trazada la raya que aleja a los personajes de ser extremadamente caricaturizados, no dejan de sentirse reales, al igual que sus sentimientos. Puede que no consiga emociones tan álgidas o un clímax que levante el ritmo en sobremedida, pero La Comunidad de los Corazones Rotos es una película liviana y agradable de ver, hay una buena escritura y tiernas sonrisas aseguradas. No dudes en darle una oportunidad.
Por Andrés Leiva