Hoy les hablaré del libro Lucas y el secreto del abuelo, la última novedad del escritor chileno Roberto Ampuero. Esta historia está escrita a modo de diario de vida.
La premisa del libro trata sobre Lucas Mondragón, un adolescente que se pondrá a investigar sobre la vida de su bisabuelo francés y todos los acontecimientos que rodearon su vida. Todo esto, porque Lucas descubrirá una carta que su propio tatarabuelo dejó escrita para él, su “descendiente”.
Lucas encontró la carta en uno de los 7 baúles que le pertenecieron a su bisabuelo o “abuelo”, como él mismo lo llama. El nombre de su familiar es Marcel Mondragón, inmigrante francés que llegó con su familia en 1900 a Chiloé.
La carta encargará a Lucas la misión de descubrir los misterios que están descritos en ella, junto con los baúles y las pinturas que su abuelo dejó. Con esto comenzará una apasionante aventura que llevarán a Lucas y a sus amigos a resolver muertes ocurridas en el siglo pasado, que involucran a su abuelo, a nazis, pintores y a la terrible pandilla de los cíclopes, que dominan uno de los cerros de Valparaíso.
Con esto ya dicho, quiero partir escribiéndoles queridos lectores que este libro está muy bien escrito. ¿Cómo así? Bueno, al ser una historia profundamente relacionada con la historia de Valparaíso, El Mercurio y más, juega muy bien con la modernidad de hoy. Si bien Lucas recibió una carta con un siglo de antigüedad, él mismo discute con la idea de que no es un mensaje de una cuenta de Facebook de alguien que murió y nadie cerró.
Lucas con sus amigos son parte del club secreto de los Argonautas, ellos se unirán a la investigación que dejó la carta de su abuelo. Todo esto le da un aire que me recordó a la película de “Los Goonies”.
Ampuero logra escribir un relato rico en personajes, giros, todo lo que es el “teje y maneje” de la historia en sí. Conectar el pasado con el presente a través de misterios, suspenso y bueno, desde la perspectiva de un adolescente, es muy refrescante. Los dejo con una cita del libro que me gustó mucho:
“Matías ama las flores de los cementerios porque viene del norte, de Calama, una ciudad minera, donde en los cementerios ellas son de plástico. Acá son de verdad”.
Por Constanza Lobos