Maravillarnos con el lado más elitista de Francia puede funcionar como un condimento que realmente aporte a una historia de amor, pero lamentablemente no es el caso de París puede esperar. Eleanor Coppola dirige y escribe este intento de comedia romántica que parece no encontrar nunca el despegue. Contamos con un reparto adecuado, y los diálogos fluyen bien entre los protagonistas, pero la película inevitablemente se nos transforma en una espera interminable de pase algo medianamente interesante, gracias a un conflicto apenas existente.
La historia trata de Anne, la mujer de un exitoso productor de cine que se ve obligada a vivir un viaje por la carretera desde Cannes rumbo a París junto a un socio de su marido. Él es francés, y por un interés romántico decide ir retrasando el viaje para llevar Anne a conocer algunos de los lugares más espectaculares y lujosos del país. Entendemos que se busca generar una experiencia liviana, con un romanticismo llevado elegantemente y con la tarea de que los protagonistas se vayan conociendo en profundidad a medida que crecen sus deseos por escapar de sus realidades, pero su desarrollo es muy deficiente, especialmente porque las situaciones son mayoritariamente intrascendentes.
Tampoco se busca interiorizar con la comedia ya que no existen situaciones graciosas, y los temores de Anne pasan bastante desapercibidos, los que apenas tienen un protagonismo en el final de la cinta. Nada de eso es relevante, lo que importa son los vinos, la comida de primer nivel y los paisajes llenos de historia. Lo demás, un mero relajo. No recomendaría esta película a grandes rasgos, pero vacacionar en esta burbuja de buen gusto puede tener su encanto. París puede esperar se estrena el próximo 28 de septiembre en salas nacionales.
Por Andrés Leiva