Las palabras no se las lleva el viento; eso es mentira. Perduran en el tiempo como una impune pata de perro grabada para siempre en el cemento de la acera. Las palabras se quedan grabadas con fuego en la memoria y vuelven cuando menos las esperan para morder.
Mark Thompson, presidente y delegado de The New York Times, exdirector general de la BBC y consejero delegado de Channel 4 Television Company, ha estudiado la importancia del lenguaje en un ámbito muy específico: la política. Una disciplina en que las palabras trascienden la conversación privada e irrumpen en la arena pública. La estructura de un discurso, entonces, cobra un significado especial porque ya no pretende solo comunicar, sino convencer.
En Sin palabras, Thompson expone cómo el lenguaje ha sufrido una transformación a lo largo del tiempo en cuanto a discursos políticos se refiere. La primera parte tiene una mención especial a Margaret Thatcher, la dama de hierro, desde donde ejemplifica la complejidad con que las palabras logran construir una imagen. Lo mismo hace con Ronald Reagan, expresidente de los Estados Unidos, cotejando la dureza del metal con lo suave de la sonrisa televisiva del mandatario.
Sin palabras es un libro que no se queda sin palabras. Si bien el tema resulta un poco árido a ratos, cumple con el objetivo de analizar de manera minuciosa la problemática normalizada de la política moderna: se están vaciando los discursos. ¿Significa esto que ya no se habla? No. Es claro que se habla. Y se habla mucho, pero ¿importa realmente cómo se habla? ¿importa qué se dice? ¿O es que acaso la tecnología ha logrado desplazar el papel de las palabras a un plano secundario? La conformación de la imagen tiene un origen diverso ¿Distinto? Sí ¿Mejor? ¿Peor? Hay que leer a Thompson para hacerse un juicio.
Entonces, ¿Por qué leerlo? Porque obviamente tienen deseos de responder la pregunta de si es mejor o no la política moderna que esa en que Thatcher y Reagan jugaban con las palabras, bailando entre lo privado y lo público para conformar una imagen creíble (vaya a saber usted si real); Porque somos seres políticos y el tema no solo es pertinente, sino muy actual; Porque tendrá un buen tema para la cena del domingo en la casa de los suegros y se verá más culto con el jefe; Porque las palabras no se las lleva el viento y Thompson usa las justas y precisas para explicar qué ha pasado con el lenguaje de la política.
Por Adriana Villamizar