La nueva película de la realizadora chilena Marcela Said (El verano de los peces voladores, 2013) vuelve a meternos otra vez en las historias que giran, en mayor o menor medida, entorno a la dictadura militar.
Con su largometraje, Los Perros, Marcela Said hace una explicita radiografía a la elite social chilena, a través del personaje de una brillante Antonia Zegers, llamada Mariana. Mariana es casada con un arquitecto argentino, e hija de un acaudalado empresario; nunca le ha faltado nada. En su tiempo libre toma clases de equitación con un ex coronel de las fuerzas armadas (Alfredo Castro). Un día, Mariana se entera de que él fue cómplice de crímenes de lesa humanidad durante la dictadura.
A veces resulta particularmente difícil hacer un equilibrio entre aquello que puede ser leído entre líneas por los espectadores y aquello que se dice de forma explícita a través de la cámara. En el caso de Los Perros, su crítica a un grupo en particular de la población chilena deja poco espacio para la reflexión acerca del silencio que ellos han mantenido y pretenden mantener respecto a los horrores cometidos en aquel periodo.
A pesar de esto, Marcela Said hace un estupendo trabajo al capturar y generar las sensaciones de enclaustramiento y agobio usando recursos fotográficos y de ritmo narrativo. Lo que en un principio parecía rebeldía por parte de la protagonista, pronto se convierte en complicidad, en ocultamiento, una especie de “aquí no ha pasado nada”, que en el esfuerzo por mantener ese estatus quo, a veces llega a rayar en la caricatura de estos personajes que apunta la película.
Los Perros es una película perturbadoramente bien actuada por sus dos protagonistas, pero que más que darnos ese espacio para digerir y reflexionar acerca de lo que vemos, nos lo restriega en la cara con la fuerza de un azote.
Por Constanza Lobos