Rachel (Charlotte Vega) y Edward (Bill Milner) acaban de cumplir la mayoría de edad, ambos son hermanos y a pesar de tener 18 años, las restricciones en sus vidas parecen ir cada día en ascenso: ambos viven presos de una maldición familiar que involucró a sus padres y ahora los involucra a ellos.
Dicha maldición no les permite salir de su mansión, la cual cada vez se deteriora más y que al igual que ellos también se encuentra presa de un frondoso bosque y un lago que oculta un oscuro pasado.
Las cosas comienzan a cambiar un poco para Rachel, quien tras volver de realizar compras en el pueblo conoce a Sean (Eugene Simon), un chico que se muestra interesado en ella y la sigue hasta más allá de los límites establecidos por la misma chica y la maldición que la aqueja.
La película se adecua bastante a la época que busca representar (Irlanda en los inicios del siglo XX) y desde el principio se muestra como un lugar sombrío y cerrado, logrando atraer un clima hermético y de cierta forma tétrico.
Los efectos son un poco toscos, pero tienen directa relación con lo oscuras que suelen ser las escenas. Son contadas las ocasiones en que se destaca el uso de luz o algo se desarrolla fuera de la casa que está por caerse a pedazos.
A pesar de ser una película que tiene como base el terror, igual busca de alguna de forma, aunque un tanto forzada, introducir una cuota de romanticismo, la cual se luce mejor al final.
El espectador suele mantenerse en línea con la trama, esperando ver a uno de los dos jóvenes principales romper las reglas establecidas por los inquilinos. El film de casi dos horas demuestra como el terror gótico puede ser una buena opción si se distribuyen bien los elementos, en este caso, el ambiente y el pasado de los chicos se instalan casi como un personaje más dentro de esta historia. ¡No se la pierdan!
Por Grace Aravena