Presentamos un relato íntimo que rompe los tabúes sobre la sexualidad de Federico García Lorca para revelar la importancia que tuvo en su poesía y muerte.
La tarde en que Lorca decidió regresar junto a su familia en Granada ignoró las advertencias del peligro que corría su vida. Tres días más tarde de su llegada a la Huerta de San Vicente, se declaró la Guerra Civil y el terror se propagó por toda España.
Lorca comprendió de inmediato que debía buscar ayuda y fue hasta la casa de su amigo el poeta Luis Rosales, hermano de reconocidos falangistas, pero nada detuvo a la Guardia Civil. Lo sacaron a patadas, lo insultaron y torturaron por ser homosexual. Horas más tarde fue fusilado a la orilla de un hermoso manantial, “hizo más daño con su pluma que otros con su pistola”, dijo uno de sus capturadores.
Su obra no fue acallada con la muerte, pero una parte fundamental de su existencia fue sellada bajo el silencio “oficial”, porque la homosexualidad de Lorca se convirtió en un tabú que atravesó desde falangistas a comunistas, pasando por su familia hasta llegar a la crítica literaria.
Para el escritor Ian Gibson autor de Lorca y el mundo gay, la condición sexual del poeta no sólo fue una de las razones de su cruel asesinato, sino una parte fundamental para comprender el mundo creado por el autor en textos como Romancero gitano y Poeta en Nueva York.
En el mundo heterosexual imperante es mucho más honorable ser recordado como un simpatizante de izquierda que un poeta gay. Porque sin duda en las letras de Lorca predomina un profundo interés social y de denuncia, pero también su homosexualidad inspiró profundamente su concepción del amor, la libertad y el lenguaje simbólico presente en su poesía.
“Y, llegado el momento, hicieron pagar al poeta su atrevimiento con la muerte, porque a estas alturas es innegable que, además del odio al rojo comprometido con la República, y de la envidia por su fama y sus triunfos e incluso por sus ganancias, desempeñó la homofobia un papel inequívoco en el crimen de Granada. Crimen que, como dijo Pablo Neruda, consiguió que la ciudad de la Alhambra volviera a la historia « con un pabellón negro que se divisa desde todos los puntos del planeta», señala el investigador Ian Gibson.
Por Meribel González