Todo empieza un día de verano de 1992 en Viña del Mar. El protagonista se abisma en un viaje sin destino en un Lada por los rincones y laberintos de la región de Valparaíso junto a Chino, su ex compañero de universidad. Hay mucho alcohol y drogas, las que distorsionan la aventura y la convierten en un tenso delirio.
La voz del narrador es fragmentada, generalmente de frases cortas de no más de ocho palabras y casi siempre de sólo unas dos o tres. Es un estilo metódico, a veces muy poético, que recurre a ciertos mecanismos que muestran el frenesí por el cual pasa el protagonista, haciendo énfasis en la hipersensibilidad frente a ciertos objetos o situaciones que parecieran ser fortuitos, pero reflejan el profundo conflicto interno del narrador. Son imágenes muy precisas, como si fuera un proyector que exhibe fotogramas rápidamente, y a veces se traba, a veces la imagen no es nítida o completa, y a veces aparecen cosas que no están en el aparato.

Todo este viaje podría aludir al contexto de la época, los inicios de los noventa en Chile, la transición a una turbia democracia, los desaparecidos, la impotencia, el aturdimiento de los sentidos. Es como una pesadilla de la cual uno no está seguro de ser parte.
“Laguna” (Penguin Random House, 2018), es la séptima novela de Álvaro Bisama (Valparaíso, 1975).
Por Jorge Yacoman