¿Cómo superas el baño de sangre que nos trajo John Wick hace dos años? Con más sangre, por supuesto. La secuela de aquella exitosa película protagonizada por Keanu Reeves debía encontrar los puntos fuertes de su antecesora y hacerla aún más grande, más entretenida y más memorable. Para nuestra alegría, es justamente lo que define a este segundo capítulo, y la regla de “más es mejor” parece aplicarse muy bien en este caso. Para los que no estén familiarizados con este personaje, les cuento que John Wick fue un sicario retirado que pierde a su mujer debido a una enfermedad. Cuando intentó rehacer una vida normal junto a un tierno perro que le regaló su esposa fallecida, unos gansters entran a su casa, le roban su auto (no cualquier auto) y asesinan al cachorro. Acá viene una lógica historia de venganza, pero deja de ser cualquiera al hablar de que el involucrado es John Wick, un experto en combate cuerpo a cuerpo y casi con súper poderes al tratarse de su manejo con armas de fuego. Si no vio la película, puede sintetizarse en dos frases, un John sobreviviente y un montón de cadáveres. Ésta segunda parte retoma los sucesos de la primera con tan solo unos meses de diferencia, y pese a que la venganza parece completa, nuestro protagonista parece estar condenado a volver a un pasado que añora olvidar.
La película comienza retomando el conflicto de la primera parte, y lo hace con una espectacular secuencia inicial que nos declara sin preámbulos que John Wick 2 es pura entretención. Si en la original se sentía como una íntima historia de venganza, ahora las cosas se abren con intenciones mayores. Un intenso ritmo marcado por un John enfrentándose a medio mundo encuentra nuevas variables que mejoran la experiencia, y generalmente van asociadas a como suaviza la historia mediante el uso del humor. El elemento necesario para demostrar ésta fórmula es la inclusión de buenos personajes secundarios, y tanto los nuevos (incluido su reencuentro Matrix) como los antiguos se unen para conseguir una mayor influencia en el interminable y desgraciado camino del “hombre de la bolsa”. Gracias a eso, dan a lugar escenas realmente divertidas, algo ridículas, y que permite que aumenten nuestras ganas de ver interactuar a éstos personajes. Así se abren nuevas aristas en la historia expandiendo el nivel de locaciones y enemigos, pudiendo asociarlo fácilmente a una saga que buscará más secuelas. ¿Y el villano? Riccardo Scamarcio es quien lo interpreta, y funciona manteniéndose en los límites conocidos para este tipo de películas, sin salir de lo correcto.
Si hay algo que me llamó la atención de la entrega anterior (aparte de la violencia desenfrenada) es la empatía que genera un poco profundizado Keanu Reeves. Un personaje sensible pero despiadado necesita de alguien especial para funcionar, y Keanu es esa persona. Juntos han permitido que John Wick logre diferenciarse enormemente dentro del género, y es un renombre que parece ganar cada vez más fuerza. En la película original no hubo una gran evolución en la personalidad de nuestro protagonista, y que la secuela siga la misma línea nos habla de lo consolidado que queda John en su estilo, no solo en la ficción, también ante los ojos del espectador. Un ser abolido, de pocas palabras, pero con una mirada reflejante de convicción nos despierta la curiosidad por contar cuantos cuerpos ensangrentados podrá acumular por metro cuadrado, y podemos estar seguros de que serán muchos. Ver John Wick significa exponerse a ser cómplice de una masacre de proporciones descomunales, e incomoda decirlo, pero se ve increíble. Vuelven las notables coreografías, el gore está aún más presente, y la fotografía vuelve a destacar, manteniendo los mismos tonos azules y amarillos de la anterior, aunque más equilibrado a lo largo del metraje, definiendo más el énfasis en la diversión que tiene ésta secuela. Igualmente, la música vuelve a acercarse mucho a lo que vimos en la primera parte, y ayuda lo suficiente a mantener el mismo tono a lo largo de la película, uno bastante particular a mi parecer. Es palpable que ambos filmes mantienen una esencia muy similar, y permite que el “Capítulo 2” suene coherente, aunque no es de sorprender si consideramos que es Chad Stahelski quien vuelve a dirigir.
Lo que a John le falta de buena suerte, le sobra de actitud. Y en el guion se repite algo similar, ya que lejos de ser un drama complejo, su brillantez radica en saber usar lo mejor de su antecesora y hacerla aún más disfrutable. La película tiene momentos para el recuerdo, nuestra atención nunca decae, tendremos una gran dosis de muertes dolorosas y puedo adelantar que el desenlace define tan poéticamente al personaje que me obliga a sonreír. Keanu Reeves retoma uno de sus papeles más destacables hasta la fecha, y sorpresivamente lo hace en una secuela de las buenas. Todos queremos ser John Wick, pero a la vez nadie quisiera estar en el karma de sus zapatos. Todos queremos que la violencia tenga las mínimas repercusiones como en la película (¿Alguien dijo policía? ¿Qué es eso?), pero tampoco queremos violencia en nuestra vida. Aunque si en algo estamos de acuerdo, es que definitivamente hoy es un nuevo día para matar, y John Wick lo sabe mejor que nadie.
Si hay algo que me llamó la atención de la entrega anterior (aparte de la violencia desenfrenada) es la empatía que genera un poco profundizado Keanu Reeves. Un personaje sensible pero despiadado necesita de alguien especial para funcionar, y Keanu es esa persona. Juntos han permitido que John Wick logre diferenciarse enormemente dentro del género, y es un renombre que parece ganar cada vez más fuerza. En la película original no hubo una gran evolución en la personalidad de nuestro protagonista, y que la secuela siga la misma línea nos habla de lo consolidado que queda John en su estilo, no solo en la ficción, también ante los ojos del espectador. Un ser abolido, de pocas palabras, pero con una mirada reflejante de convicción nos despierta la curiosidad por contar cuantos cuerpos ensangrentados podrá acumular por metro cuadrado, y podemos estar seguros de que serán muchos. Ver John Wick significa exponerse a ser cómplice de una masacre de proporciones descomunales, e incomoda decirlo, pero se ve increíble. Vuelven las notables coreografías, el gore está aún más presente, y la fotografía vuelve a destacar, manteniendo los mismos tonos azules y amarillos de la anterior, aunque más equilibrado a lo largo del metraje, definiendo más el énfasis en la diversión que tiene ésta secuela. Igualmente, la música vuelve a acercarse mucho a lo que vimos en la primera parte, y ayuda lo suficiente a mantener el mismo tono a lo largo de la película, uno bastante particular a mi parecer. Es palpable que ambos filmes mantienen una esencia muy similar, y permite que el “Capítulo 2” suene coherente, aunque no es de sorprender si consideramos que es Chad Stahelski quien vuelve a dirigir.
Por Andrés Leiva