Se lo tenían bien guardado. Luego de toda la especulación en torno a la esperada secuela de Cloverfield, al fin vio la luz. Su nombre es The Cloverfield Paradox, es la tercera entrega de este universo mostruoso producido por J.J. Abrams, y sorprende no solo por haberse alejado de las salas de cine para llegar directamente a Netflix, también con una lluvia de ideas dementes, distorsiones varias y un misterio que está lejos de acabar. Si creíamos que lo habíamos visto todo, esperen hasta ver la cantidad de rarezas presentes en esta película, aunque les advierto, la diversión parece estar por encima de cualquier lógica, incluso para una trama que intenta que te cuestiones lo que es posible.
El planeta Tierra está en problemas, la guerra está a punto de estallar a causa de una gran crisis energética, y su única salvación está en manos de unos científicos quienes luchan por hacer funcionar un acelerador de partículas desde la estación espacial PARADOX, el que en teoría podría abastecer a la Tierra con energía ilimitada. Algo así como la trama de Geo-Tormenta, pero mejor. Nuestra tripulante protagonista es Hamilton (Gugu Mbatha-Raw), quien intenta sostener una relación a distancia luego de una tragedia familiar, y todo se pone cuesta arriba cuando un nuevo intento por hacer funcionar el acelerador de partículas alterna la realidad grotescamente. Acá es cuando debería ponerme a explicar estos sucesos, pero parte de la gracia de esta película es estar lo más desinformado posible, y evitaré revelar cualquier plot, independiente de que no sean spoilers.
¿Entonces qué más se puede decir? Quizás que la película se define como una suma de pésimas decisiones, científicos que no debieran ser llamados como tal, y entretenida de principio a fin. Para contextualizar esos contrastes, hay dos formas de vivir The Cloverfield Paradox, insertos en sus locuras y en intentar comprender qué diablos está pasando, o desorientarse por lo absurda que es, porque hay que reconocerlo, su guion no es particularmente premiable. Yo entré en el primer grupo, y la pasé bastante bien, la intensidad se da desde los minutos introductorios, y se siente como un refrito de varias cosas. Mezclar Alien con Intelestelar e intentar meterle el asunto de los monstruos a la fuerza es una representación precisa de lo que busca su narrativa, aunque esté lejos de conseguir la seriedad, el temor y la emoción de esos tremendos referentes.
Y haciendo énfasis en el tema de los monstruos, aparece lo que muchos se preguntarán (nuevamente): ¿Es una secuela que conecte de alguna manera con las dos anteriores? Sí, lo es. A diferencia de 10 Cloverfield Lane, acá se nota que buscaron que la conexión sea más que algo “espiritual”, pero también hay que remarcar que The Cloverfield Paradox no es una película de monstruos, y esas conexiones se dan de otra forma. Si quieres algo más específico, no esperes más y ve a verla. Independiente de que guste o de que la encuentres mala, no la considero un tiempo perdido. Además, dura sólo una hora cuarenta, y de seguro sus datos freaks con quiebres de realidad mantendrá varias mentes encendidas.
Por Andrés Leiva