Los monstruos de Guillermo Del Toro siempre tienen las puertas abiertas para adentrarnos en mundos fantásticos, y a veces algo terroríficos. Son esas historias propias de otra edad, de otro tiempo, donde la infancia se entrecruza con los peligros de un lugar fascinante y desconocido. La noche de Halloween, en la casa embrujada, con los monstruos que salen por la noche a aterrorizar a los niños. Es el tipo de aventura que busca homenajear todos esos códigos del terror, pero aportando una mirada fresca y siempre con sangre de Guillermo del Toro, quien no dirige, pero sí produce y escribe esta película. André Øvredal es quien cumple ese rol de dirigir a estos adolescentes en una aventura que tiende a sentirse más familiar de lo esperado, pero también altamente disfrutable, especialmente en lo que respecta al trato de los monstruos.
Puede que a nivel de historia se sienta pequeña, pues en lo que respecta al gran misterio a resolver la película cumple al pie de la letra su promesa con el género. Son un montón de chicos intentando solucionar un misterio de fantasmas y sin ningún tipo de ayuda más que su propia astucia, mientras deben intentar sobrevivir a una maldición que los amenaza con matarlos uno por uno. Hay un libro de cuentos de terror que es el causante de todo, y como Stella, nuestra protagonista es una escritora amante de este mundo perverso, termina como el personaje perfecto para lo que se viene. Los otros secundarios también funcionan bien, y está Ramón, un personaje interesante por ser el interés romántico que escapa al estereotipo habitual y quien pone sobre la mesa la inmigración ilegal como un tema relevante en una trama adolescente.
Pero la película no sería nada sin sus monstruos, aquí es donde Guillermo Del Toro lleva toda su influencia y amor por su cine para que los cuentos luzcan mejor que nunca. El trabajo estético detrás de cada una de las criaturas es sensacional, con mucho efecto práctico e ideas originales, aún teniendo a íconos tan conocidos como ‘el espantapájaros’. Esa originalidad va especialmente en la construcción de sus geniales y memorables secuencias terroríficas. Hay un par de puntos altos que seguramente te harán pegarte a la pantalla y quizás soltar un grito, pero sin necesitar del recurso del “screamer”. Si esperas múltiples sustos que te generen pesadillas, seguramente esta no sea tu película. Pero hay algo encantador en esta historia que le da el equilibrio necesario a las cosas, volviéndola un cuento entretenido de ver, con suficiente profundidad para que sus protagonistas tengan peso, pero sin buscar ser más de lo que debe; una historia que merece ser contada en la oscuridad de una sala de cine.
Por Andrés Leiva