Consideremos que no soy un fan acérrimo de la franquicia de Godzilla. No vi las cien películas japonesas. No conozco a los bichos rivales, ni menos la mítica real de lo que debiera significar su presencia. Pero sí puedo decir que crecí con ese subvalorado blockbuster estadounidense del 1998, donde Godzilla era una lagarto horrible. Eso me llevó a haber visto alguna vez “Godzilla 2000”, en un momento donde no entendía la diferencia entre remake y secuela, una confusión que me hacía plantearme teorías algo rebuscadas. “O sea que el huevo del final de la versión gringa fue a dar a Japón”, me decía de niño. Tardé en entender todo, que eran cosas totalmente independientes de la otra, pero hubo algo en la versión japonesa que definitivamente se sentía más único y valioso. Era otra cosa, y Gareth Edwards supo entenderlo cuando dirigió el nuevo remake del 2014. Un personaje como Godzilla sí podía llevarse a la gran pantalla hollywoodense con el respeto suficiente, pero esa película fue un paso más allá. No me voy a poner a decir que es perfecta, sus personajes principales no dan la talla y son demasiado funcionales a este enfrentamiento entre monstruos gigantes. ¿Pero era eso algo necesariamente malo? Todo depende de cómo lo plantees, y Godzilla (2014) es una experiencia bella desde todas las sensaciones que es capaz de generar con su cinematografía. No ver a Godzilla, ir construyendo una película oscura, cargada de suspenso y que va revelando a sus monstruos de forma inteligente hasta llegar a un enfrentamiento épico. Eso es todo lo que se necesitaba para que Godzilla mereciera volver al cine. Hoy, cinco años después está de regreso con una secuela a cargo de Michael Dougherty, y me siento obligado a volver a preguntarme: ¿Valía la pena que volviera al cine? Así no.
La película tiene un comienzo que se siente familiar (Batman vs Superman, Endgame), con un flashback de nuestro supuesto héroe perdiendo frente al poder de destrucción masiva que vimos en la película anterior. En este caso se nos presenta a una familia que luego de caer en la tragedia termina separada. Aquí Madison (Millie Bobby Brown) vive con su madre (Vera Farmiga), una científica que está involucrada es esta organización que no recuerdo el nombre, pero donde se encargan de preservar a los monstruos que han sido descubiertos en la Tierra. Obviamente las cosas empiezan a salir mal, las criaturas empiezan a despertar y al final habrá que pedirle ayuda al mismísimo Godzilla. ¿Quién más podría salvarnos? Bueno, los humanos. Espera, ¿qué? Pues parece que ahora hay una forma de controlar a los monstruos mediante un dispositivo remoto que puede mandarle frecuencias sonoras específicas para engañarlos. Entonces los humanos ganaron un voto poderoso en esta pelea de titanes, lo que siempre va a significar que una corporación genérica quiera robarse este aparato para sembrar el caos, y que nuestros héroes comandados por el padre de la mismísima “Eleven” de Stranger Things busquen un protagonismo mayor. Está bien, las críticas a la película anterior abundaron por el poco relevante arco de los personajes, pero si te ibas a ir para ese lado al menos podrían haber armado un conflicto más elaborado, o al menos con diálogos menos torpes. En serio que no importa nada de lo que te muestran como “importante”, el drama familiar es tan forzado como innecesario. La película se hace más larga de lo que es por culpa de ese relleno; uno está todo el rato esperando que aparezcan los titanes para golpearse duro. Y lo hacen.
La otra crítica de la película anterior fue que Godzilla apenas tuvo tiempo en pantalla para lucir. En este caso eso mejora, pero desde un punto de vista. Tenemos acción abundante, muchas explosiones, gritos chillones y un par de planos bellos donde los titanes se ven perfectamente en su grandeza. Pero las peleas en sí tampoco son tan memorables como para acordarse de algo; no hay un plano como el de Godzilla desintegrando a su enemigo como en lo de Gareth Edwards, ni una sensación de terror al ver a Godzilla por primera vez en una playa de Hawaii. O incluso esa tensión al ir descubriendo que las armas de los humanos no tienen nada que hacer frente a estos monstruos gigantes. Acá eso no importa, la destrucción de esas fortalezas fue tal que ahora solo llueven disparos, junto al inconsistente plan de este villano interpretado por Charles Dance, quien no sirve más que para decir “mira, Games of Thrones”. Pero definir a esta Godzilla II como un total desastre sería una locura, porque hey; es Godzilla. Como película de acción cumple lo que promete, tenemos destrucción, múltiples enfrentamientos de criaturas épicas, con algunos momentos bien logrados, otros algo confusos por el exceso de elementos visuales en pantalla, pero siempre dentro del promedio de lo que vemos usualmente en los cines. No me cabe duda de que es una película fácilmente consumible y que dejará satisfecho si no le pides mucho más, pero las sutilezas de la película del año 2014 eran mucho más grandes que el número de titanes presentes en esta secuela.
Por Andrés Leiva