Desde ya, queridos lectores, quiero decirles que el libro de hoy es especial y como pocos que se han hecho. Su nombre es Eleanor Oliphant y por la portada, se nos dice que: “está perfectamente”. Escrito por Gail Honeyman y publicado por Roca Editorial.
A Eleanor le gusta su propia compañía, a ella la soledad no le molesta y menos sus chismosos compañeros de trabajo que entre cuchicheos no hacen más que holgazanear. Eleanor tiene su rutina, todos los viernes come pizza con una copa de vino y para el sábado y domingo, vodka. Lee el diario, hace crucigramas, tiene modales y una buena educación. Los miércoles habla con su madre por teléfono en la noche. Lo que ella no sabe, es que hay una razón oculta que se debe a su forma de ser.
Como escribí en un comienzo, este es un tremendo libro. La prosa de Honeyman es rápida, irónica y suspicaz, no busca esconder lo brillante que es. En Chile, tenemos ese término de “frases para el bronce”, bueno este libro tiene un ¡Montón! Pero no solo en un sentido cómico o satírico, si no que Eleanor va más allá de cualquier cliché.
Eso es lo refrescante de este libro, su protagonista es reservada respecto a su vida privada, pero sin pelos en la lengua. No pierde tiempo en nimiedades, cree en el poder de estar bien en su compañía. Cree en ser responsable en el trabajo y llevar una vida tranquila sin tener que recordar su pasado. Ella es una sobreviviente y seguirá con su rutina porque está bien con ello.
Y como es la vida, algo debe ocurrir y no, no es una historia estereotipada. No, no es una comedia romántica superficial, es una obra en la cual como lectores no somos solo testigos de la vida de Eleanor, si no que somos cómplices, compinches, de alguna manera Eleanor se convierte en alguien a quien admiramos, que a veces nos avergüenza y otras tantas nos hace reír.
Creo que un sinónimo de Eleanor es resiliencia. Este libro es un lujo de referencias, desde el vodka a frases en latín. Es un relato que nos sube y baja, que nos tiene sufriendo con ella, alegrándonos con ella. Por eso, terminar este libro es tan difícil, uno luego de leer todo ya no se quiere despedir.
Pocas veces he quedado con ganas de más al terminar un libro, esa sensación agridulce de que como todo en la vida debe terminar, pero uno quiere saber que pasará después, que será de nuestra querida Eleanor. Y es ese imponente sentimiento el que me provoca abrazar este libro. Porque nadie entiende la soledad y su peso como Eleanor.
Sin más, los dejo con una de las tantas frases que me hizo reír y pensar mientras leía:
“De todas las contribuciones económicas obligatorias, esta es la que más me irrita: dos personas dando vueltas por los almacenes John Lewis escogiendo preciosos artículos para ellos, para que luego se los compraran otros. Es una desfachatez a mano armada. Eligen bandejas, cuencos y cubertería… Porque ¿qué han estado haciendo hasta ese momento, cogiendo con la mano comida de paquetes y metiéndosela en la boca? Sencillamente no consigo entender que el mero actor de formalizar por lo legal una relación humana haga necesario que sus amigos, familiares y compañeros de trabajo les renueven el contenido de la cocina”
Por Constanza Lobos