La belleza surge de los sitios más recónditos y grises, así partiría describiendo qué me pareció el primer volumen (de dos) de Lo que más me gusta son los monstruos.
Karen Reyes es una peculiar niña de diez años que vive en la oscura ciudad de Chicago. Cuando se descubre la muerte de su vecina y amiga Anka Silverberg, Karen se propone resolver el misterio. Todo quedará registrado en su diario gráfico, donde dibuja todo lo que ve y siente; como su amor por las películas de terror de serie B y las revistas pulp de horror. Incluso ella misma se retrata como una niña lobo.
Al iniciar su investigación, seremos testigos de cómo brotan personajes e historias interconectadas, desde su familia a los amigos reales e irreales de nuestra protagonista. La creación literaria única que posee Emil Ferris es apabullante, cada página es una pisada fuerte que emociona desde el rincón más profundo de nuestro ser. Como lectores nos sentimos abrumados ante tal acogida y sentimientos que desprenden los personajes.
La escritura y arte de Emil Ferris se compenetran en un íntimo homenaje a la ciudad de Chicago. En un esfuerzo visceral, ambas disciplinas se entrelazan y crean un monstruo precioso. Escenas como la contemplación de cuadros icónicos o el retrato de Anka, la sobreviviente del Holocausto, nos dejan inmersos en un mundo del que no queremos salir.
El estilo que posee Ferris –además de ser visual- logra ayudar al lector a comprender con mayor profundidad la vida interior de los personajes. Lo que vuelve a potenciarse con su narración, que logra evocar emociones en diferentes tonos y temas. La escritora cuando comenzó a trabajar en Lo que más me gusta son los monstruos dibujó todo con lápices bic y los diálogos con rotulador en un cuaderno, dando como resultado la apariencia de estar leyendo el diario gráfico de la niña lobo -convertida en- detective.
El mundo interior de Karen nos relata una historia sobre el Holocausto, el racismo, el acoso escolar y cómo a veces nuestro escape y mayor apoyo lo encontramos nuestros propios monstruos. En términos del uso de colores, el azul predomina generando una atmósfera melancólica y misteriosa.

No hay mejor y peor sensación que estar sumergido en un buen libro porque en el momento en que lo terminas, sientes que quedó una parte tuya ahí. Y tú también te quedaste con algo de ese universo, como si abrir la primera página fuese una minúscula puerta que nos lleva a otra dimensión.
Nunca sentiré que le haré suficiente justicia recomendándoles esta obra. Creo firmemente que es uno de los mejores libros que he leído y leeré en mi vida. Simplemente léanlo, cuando terminen sentirán como si hubiesen pasado de ser una crisálida a una mariposa; ligera y oculta.
Por Constanza Lobos