Este es el segundo tomo de la tetralogía Máquinas Mortales, del autor Philip Reeve. Si en el primer libro conocimos a Hester, Tom y muchos más personajes, esta vez veremos cómo las circunstancias siguen poniendo a prueba la relación de ambos.
Es muy emocionante la dinámica de la historia, pese a que por capítulos seguimos la historia de los dos protagonistas, el autor repite la misma fórmula del primer libro; secciones enfocadas en otros personajes que nos entregan una mejor vista del panorama completo.
Esta vez Hester y Tom se encuentran en un vertedero esperando la muerte tras un fallo en los motores de la Jenny Haniver. En esta decadencia ambos se encontrarán con Anchorage, una ciudad-tracción de hielo mítica.
Lo interesante de esta secuela es que todo lo ocurrido en el primer libro sigue muy presente. A medida que avanza la lectura, como lectores nos toman por sorpresa con secretos y hechos que ocurrieron luego de la explosión de MEDUSA en Londres.
Creo que ya puedo decir que soy una gran fan de esta saga, porque sigue combinando con agilidad lo steampunk, los personajes imperfectos; toda la distopía que viven y que está rodeada por el género de ciencia ficción.
Además, de tener grandes descripciones del ambiente, la tensión, lo que vuelve de la prosa de Philip Reeve, una escritura sumamente visual. Para mí es un agrado seguir leyendo estos libros, porque al ver el tráiler de la adaptación cinematográfica del primer libro – a manos de Peter Jackson – es una sensación increíble ¡Película que en diciembre de este año podremos ver!
Sin más, nos vemos en la siguiente reseña que será sobre el tercer libro de esta saga: Inventos Infernales.
Por Constanza Lobos