Llega otra semana de estrenos a nuestra cartelera local y una de las novedades que nos trae es la película acerca del hombre cuya influencia orquestó la caída del gobierno de Richard Nixon en el famoso caso Watergate, llamada El Informante.
La película es protagonizada por Liam Neeson como Mark Felt, segundo al mando del FBI y quien filtraba información a la prensa acerca de los actos de corrupción de los funcionarios de la Casa Blanca durante el gobierno de Nixon. También tenemos a Diane Lane y Josh Lucas como actores secundarios en esta película escrita y dirigida por Peter Landesman.
La película en sí es un thriller político estándar, una trama inmersiva, que, a pesar de estar basada en hechos reales, nos hace querer llevarla por completo hasta el final, de manera que resulta en un viaje efectivamente entretenido. Sin embargo, el filme fracasa en el aspecto más importante, el cual, de haber sido logrado, habría hecho de esta película algo muchísimo más especial; el suspenso. El Informante ocupa todos los elementos clásicos del cine de suspenso mezclados con una trama política, similar a lo que hace tan bien House of Cards, pero se queda corto en dejar a la audiencia con esas pulsaciones aceleradas y esa expectación que genera lo incierto y lo peligroso, dejándonos plantados de cierta manera con esas emociones que se esperan del género.
Aún carente de emociones, la historia resulta entretenida y el personaje de Neeson está construido de manera tal, que como espectadores queremos llegar a ver lo que sucede con él hasta el final.
Excelentes actuaciones de su reparto principal complementan de gran forma la simpleza de la trama, pero hace que me pregunte si acaso la película está desperdiciando potencial en tan buenas actuaciones de Neeson y de Lane (la esposa del protagonista) dejando el interesante arco familiar demasiado de lado, en pos de darle a la trama principal más tiempo en la pantalla.
En pocas palabras, El Informante es una película que definitivamente no los va a aburrir, aunque de nuevo, tampoco los dejará al borde de su asiento. Así y todo resulta muy interesante tener esta nueva perspectiva acerca del caso de corrupción política más grande que ha tenido Estados Unidos.
Por José A. Pino
