El cine chileno tiene sus fundamentos claros, pero el auge actual ha hecho aparecer una gran variedad de incursiones en la búsqueda de narrativas. Con Crisis nos llega algo que no era lo que esperaba encontrar, pero que por sí mismo gana un valor muy particular. Cada vez que me dicen que las rarezas no tienen su razón de ser, no dejo de pensar en las influencias de las que proviene mucho del cine comercial de hoy en día. Con más o menos éxito, hay autores que siempre encontrarán la forma más extraña de decir lo que le dicen sus sueños, y por más auto destructiva que sea, ésta película juega en esas ligas sin temor aparente.
Se nos presentan tres historias distintas, no conectadas directamente entre sí, pero con una evolución que evidencia las conexiones entre el complejo del artista y la ambición. La gracia es que para poder descubrir esas conexiones se hace uso de elementos sobrenaturales y totalmente te ajenos a la premisa, o eso es lo que parece. Que la película ronde sin un hilo conductor claro da a entender que se necesita de una interpretación que sobrepase lo literal, y se precisa al visualizar el camino que se le enfrentan los personajes. Mientras más valor tengan sus convicciones, más opciones hay de conseguir un objetivo, equilibrando su falta de talento a otro tipo de don mágico o posibilidad. ¿Pero a qué costo? El costo lo pagan ellos mismos, y los miedos a lo que significa tener lo suficiente por ser alguien en la vida se hacen realidad al darte cuenta del tipo de país en que vivimos, donde la farándula tiene un rol fundamental en éste desarrollo del “artista”, o mejor dicho de lo que sentimos que es ese tipo de crecimiento.
Pero no se puede olvidar que para conseguir todo éste rollo casi poético la película se apoya del factor entretención. El ritmo es el adecuado, hay simpatía en cada intención por alivianar cualquier duda, y las actuaciones hacen lo suyo, algo varían en su desempeño dependiendo del personaje, pero yendo en total concordancia a los requerimientos de las historias. Al final Crisis logra mantener sus ambiciosas ideas en pie, aunque no sean del gusto de todos. No siempre se necesita de un brillo para ser único, y encontrarse de manera paralela con un cine en progreso tiene su gracia, en especial si puede saltarse los estándares que tan bien y tan mal resultan en nuestras vidas, quizás lo más cercano a lo que aspira ésta crítica complaciente y despiadada a lo que olvidamos del arte.
Por Andrés Leiva