Partimos, como siempre que corresponde, diciendo que esta película es +18 (onda, en verdad es como +30. Tengo 25 y no me sentí psicológicamente preparada para ver lo que vi. Thank you very much). Cola de Mono es, a fin de cuentas, una película acerca de la sexualidad homosexual… pero no la “sexualidad” como es la expresión de las preferencias sexuales por unas u otras personas, por uno u otro género, sino como sexo. Físico y expreso sexo. Así que si eres -18, espero que no alcances a leer esta línea y si no te gustan las películas de sexo explícito, bueno, quizás deberías dejarlo hasta aquí.
Si has decidido seguir es porque conoces de que trata y seguramente ya leíste los últimos libros de Alberto Fuguet y ya sabes a qué vas, bueno. Démosle. La historia es de un par de hermanos que viven con su mamá después de que su papá se suicidó. Son adolescentes (tipín 16 y 19), ambos y ambos, también, están experimentando las expresiones más voraces de su sexo. El ambiente de la casa es sórdido, lúgubre. La mamá es como una señora hiperconservadora. La década es la de los 80’s. Hágase una idea.
Entonces: Los 80’s, en Chile, dos adolescentes calientes, una mamá macabra. Póngale Upa! de fondo y vengan escenas nocturnas de encuentros sexuales tórridos y la experimentación del cuerpo masculino en jóvenes adultos. Todo hilado conforme con la lógica, a mi parecer, de la denuncia a la violencia homofóbica en sus dos formas más básicas: en la calle y en la casa. Ser homosexual es, a la luz de la sociedad presentada en la película, la peor cruz. Y no los quiero spoilear porque la trama es muy lineal. No pasa mucho. Es una sola noche. No hay más, así que no solo puedo darles una luz de la estética de la película.
Lo que sí, y que me parece particularmente impresionante (y memorable) es que se presenta una violación (no gráfica, sino insinuada). Y eso es, en estos tiempos, importante porque hace extensiva la violencia patriarcal a los hombres también: cómo un hombre puede llegar a ser víctima del machismo, siendo hombre, por una preferencia sexual.
¿Qué les digo, Hojites? La película bordea el cine-arte (lo que hace medio-medio un logro que esté en el cine). Bastante fuerte de ver porque el objeto de su estética es presentar situaciones sórdidas y violentas para denunciar, precisamente, la violencia… o eso quiero creer. Así que vayan bajo su propio riesgo.
Por Adriana Villamizar