Claudia (Lucia Mascino) y Flavio (Thomas Trabacchi), fueron una pareja apasionada que luego de siete años se separaron. Sus vidas y mundos han cambiado, él quiere avanzar mientras ella no quiere olvidar. Una pertenencia que no quiere perderse, que en ciertos momentos demuestra un cierto tipo de neurosis.
La desintegración del amor de ambos, con un toques de comedia e ironía, vuelven de Amores Frágiles un drama romántico lleno de crisis. Las actuaciones tanto de Mascino como de Trabacchi transmiten ese dolor genuino de la derrota. La química, tanto en las elipsis donde se les muestra juntos y separados, no quita el magnetismo que tienen como dúo.
Francesca Comencini, es quien dirige y trabaja como guionista en la adaptación de su libro homónimo. Los alcances de su mirada femenina tienen altos y bajos. Los primeros minutos se hacen difíciles de soportar por la histeria y desorden con que se presentan.
El abuso de lo repetido y conocido deja de molestar cuando Comencini presenta acercamientos interesantes a conceptos como el llamado sistema hetero-capitalista. Un régimen que suma edad a las mujeres en términos de vida sexual. Entonces se ejemplifica -en la película- cómo una mujer de 44 años, divorciada, con hijos y lifting tiene en realidad 65 según este sistema machista.
Amores frágiles posee varias escenas de sexo -algunas sobran- durante la cinta. Una que destaca por, quizás, su guiño a La vida de Adèle (Blue is the warmest color), es entre Mascino y Valentina Bellè. La mirada femenina de Comencini entrega una escena intensamente erótica, cargada de sensualidad sin conflictos de poder.
Por Constanza Lobos