¿Quién no ha sido un fanático descontrolado de algún cantante? Así como cuando te vas al hotel a acosarlo para gritar veinte segundos mientras saca la mano por la ventana... o nada, haces una página web súper freaky para tipo 40 hombres de mediana edad que están obsesionados con este cantante que desapareció hace como veinte años y empezar a hacer teorías conspirativas sobre qué le pasó. Una cosa poca. Bueno, la verdad es que… ¿quién no haría eso por Ethan Hawke? El dream boy de Antes del amanecer, anochecer, et al.
De eso trata la mitad de Amor en vinilo. Porque resulta, pasa y acontece que Annie (Rose Byrne) vive con Duncan (Chris O’Dowd) que es un profesor de literatura/filosofía de día y de noche se convierte en la Barra Brava (bloguero empedernido) de Tucker Crowe (Ethan Hawke, a.k.a. mijito rico juvenil), un cantante que fue muy cool en su época (algo así como un Kurt Cobain versión Ricky Martin… Un… Rico Bain), pero que desapareció por razones desconocidas. Duncan, un absurdo subnormal promedio, recibe por correo el álbum inédito pre-muerte artística de Tucker Crowe: Juliet Naked (que es el nombre en inglés de la película… porque, de hecho, casi no hay vinilos, pero “Amor en CD” era como feo…y “Julieta desnuda” era como muy brutal).
El drama está en que Annie, (que algo de cucú tiene para estar con Duncan, pero ¡hey! Sin juzgar, Annie, todo ok) decide escuchar Juliet, Naked antes de que llegue su pololi y damn, girl, Duncan hace una escena. Ella responde full ácida y se crea una cuenta para spamear su blog y adivinen quién le contesta. El mismísimo Albert Einstein. Broma, obvio. Le contesta Tucker Crowe.
Y así empieza el idilio de Tukcer-annie, que es más maduro y divertido que un Sex and the city cualquiera porque lo que muestra es cómo dos personas pueden compatibilizar sus soledades y amarse de manera sincera, desinteresada. Quererse solo por ser quienes son: absolutamente aburridas, imperfectas, frágiles y, por sobretodo, dadas a cometer errores que cambian sus caminos a lugares de los que es muy difícil salir. Un amor independiente que redefine la idea de romanticismo, de posesión y exclusividad, de tener que pretender ser para ser amado o de tener que ser salvado por el otro. No, no es salvarse. Es encontrarse.
Obvio que Duncan queda plop y que rabia que Annie-sin-gracia ahora conozca a su ídolo de toda la vida. Así que se dan una situaciones chistosas e incómodas por ahí. Sí o sí les saca una risa y varias sonrisas. Avisados desde ya que Ethan es Tucker, un músico hecho bolsa y llevado por la buena vida y la poca vergüenza (más lo segundo). Así que no esperen una barba cortadita y una camisa encajada. No lo obtendrán. ¿A quién quiero engañar? Ethan, tkm todo el rato.
¿Convencidos? Buena película para ir en familia (moderación aparte porque hay escenas que insinúan sexo, aunque no muestran nada), para ir en pareja, para llevar a la mamá al cine (o al papá si le gustan las románticas) y pasar un buen rato con un paquete grande cabritas. Go! Go! Go!
Por Adriana Villamizar