La poesía de Enrique Lihn aún nos cautiva y sorprende. Justo cuando se cumplen 30 años de su muerte, se publica Álbum de toda especie de poemas, una antología personal que Lihn preparó antes de morir para el sello Lumen. Lo interesante es que los poemas que recoge esta antología son aquellos que Lihn eligió, mostrando así una voz capturada en el tiempo, representativa de su creación y pensamiento.
Álbum de toda especie de poemas también incluye Mester de juglaría, que fue publicado un año antes de su fallecimiento. Son siete poemas largos que se agrupan para dar a conocer la obra de Lihn en España. Todas estas creaciones líricas son antecedidas por un maravilloso prólogo en el que el escritor plasma una especie de autobiografía, en la que vemos la genialidad de su pluma, pues el relato de su vida está contado como si fuese un gran poema en prosa y es en este punto que entendemos por qué sigue siendo un eco inacabable de la literatura chilena.
Los poemas que aparecen en este álbum son tal y como lo dice su nombre, ya que no se los puede encasillar en una temática. No obstante, podemos mencionar aquellos temas a los que Lihn dedicó sus versos, como la ciudad, la belleza, el amor, los juegos; todo esto escrito con su tono inconfundible de ironía y nostalgia. Sin embargo, este libro nos da la clave de la poesía de Enrique Lihn, que es imposible de categorizar. Si lo hiciéramos, reduciríamos su escritura y la figura que él escogió entregar.
Me permito mencionar dos de mis poemas favoritos, en los que a mí modo de ver, aparece la compleja e inabarcable figura del escritor: “porque escribí” y “La pieza oscura”. El primero es casi una declaración de las razones de su labor como escritor, en el que logramos entender como lectores, la riqueza del conocimiento gracias a las letras. A quienes nos apasiona la literatura podemos encontrar allí una identificación de lo que sentimos y lo que experimentamos cuando nos acercamos al mundo con los ojos de la escritura y la lectura. Parece ser que las letras más nos regalan que lo que nos quita.
Y el segundo, “La pieza oscura” se erige sobre los versos que aluden a la perdida de la inocencia del sujeto lírico, pero también a la figura del escritor como un sujeto suspendido en el tiempo, a quien la rueda de la vida ha dejado en las fronteras, para observar y ser el transmisor de sensaciones y saberes. Además, identifica su lugar en el mundo y lo legitima como un sujeto que no se adapta al mundo, sino que este se adapta al poeta. Por medio de su boca y letra aparece otro mundo, aquel que no logramos visualizar e interpretar.
Por eso, leer a Enrique Lihn es atemporal, porque su poesía captura el acontecer del mundo, sin envalentonar los hechos. La voz mundana traspasa el tiempo y eso hace que esta poesía no se olvide, sino que nos sorprenda cada vez que volvemos a ella donde además descubrimos nuevas sensaciones y significados de una poética mundana y grandiosa.
Por Belén Gajardo