Tras lograr dos éxitos de taquilla consecutivos en cines japoneses y situarse en la cúspide de su carrera, Hayao Miyazaki estaba en busca de una historia mínima, alejada de las aventuras épicas que lo habían hecho famoso. Inspirado en la tuberculosis que afectó a su madre cuando él era pequeño, el co-fundador de Studio Ghibli decidió contar en MI VECINO TOTORO la historia de dos hermanas que se mudan con su padre a una desvencijada casa de campo situada en las afueras de Tokio para estar cerca del hospital donde su madre está internada, por una enfermedad sin nombre que nunca desaparece del todo. Aquí no hay un villano, solo conflictos mundanos que cualquier niño podría experimentar.
Estrenada en 1988 en modalidad de función doble con "La Tumba de las Luciérnagas" (de Isao Takahata, la otra mitad creativa del estudio), MI VECINO TOTORO puso en pantalla las habilidades de Miyazaki en todo su esplendor, transformando cada fotograma en un deleite visual digno de exhibirse en las paredes de una galería. Miyazaki traza los bosques, valles y pequeñas granjas - hoy tragados por la expansión de la ciudad - desde la pulcra e inocente mirada de un niño. El tiempo es importante dada la incertidumbre que un enfermo grave conlleva, pero el ritmo de las cosas se mide soñando despierto, viendo cómo una semilla se transforma en cosa de segundos en árbol gigante o cómo un autobús con forma de gato despliega sus múltiples piernas para volar a la siguiente estación.
En palabras del mismísimo Hayao Miyazaki, “MI VECINO TOTORO apunta a ser una película feliz y reconfortante, un relato que permita a la audiencia irse a casa con un sentimiento positivo, agradable.
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