En una noche fría de Shangai, iluminada por las luces artificiales de la ciudad, Yi está afligida por la pérdida de su padre y decide tocar su violín en el tejado del edificio para recordarlo. Ahí por cosas del azar descubre a un joven Yeti –que luego tendrá por nombre Everest– que se encuentra perdido y escapando de quienes quieren cazarlo. Yi junto a sus amigos Jin y Peng se embarcarán en un viaje épico para reunir a la criatura con su familia en la punta del Everest.
La calidez que desprende la película es palpable desde los primeros cinco minutos en quese presenta a Yi y a Everest. Ni uno ni el otro están dónde quieren, ambos quieren escapar. Yi perdió a su padre, pero ella cree que puede reunir al yeti con su familia y hará todo para conseguirlo.
Yi es una adolescente independiente –incluso se tilda solitaria–, que solo quiere realizar un viaje que no alcanzó a cumplir con su padre. La melancolía que produce en ella este suceso y que, pese a todo no considere rendirse en ningún momento, la vuelven una heroína fácil de empatizar y apoyar. Su encanto provoca emoción en el espectador, sus escenas poseen un sentir admirable y humano. Es un gran ejemplo de cómo construir un buen personaje principal que haga eco tanto en niños como adultos.
Un gran acierto es la compañía que produce la música durante la cinta. Yi toca el violín en determinadas ocasiones con un claro sentido de añoranza, con el que busca recordar las palabras de su padre “aunque el camino sea difícil no debes rendirte”. Una frase que puede resultar cliché, pero su trasfondo es puro y cada escena se realza con los sentimientos que despiden las cuerdas del violín y de la misma Yi.
Lo más destacable de la animación son los paisajes. Campos floreados, nubes color pastel y noches estrelladas terminan por cautivar al espectador por sus hipnóticos colores y movimientos. Ensoñar ciertos escenarios al ritmo del score solo vuelven más encantadora a Un amigo abominable. Y todavía más, en determinadas escenas que se ven danzar al compás del violín de Yi.
El humor es ingenioso, aunque recurra a trucos conocidos, porque es un elemento transversal a todos los personajes que componen el filme. Incluso la broma más infantil e inocente produce risas y si no, una pequeña cosquilla de ternura. Gran parte de ello es gracias a Jin y Peg, los amigos inseparables de Yi.
Gracias a Jill Culton, quien dirigió y concibió la idea de la película animada, DreamWorks parece haber recuperado esa chispa que a comienzos de siglo tanto disfrutaba. Un amigo abominable no busca reinventar el género, la cinta está más preocupada de hechizar y hacer volver a creer al público en la magia de lo imposible.
Es una historia que llegará al corazón de grandes y pequeños. Y que los hará querer abrazar a sus seres queridos. Es apta para todo público y se estrenó el pasado jueves 26 de septiembre.
Por Constanza Lobos
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