Como si fuera un acto de magia la pantalla se enciende y nos sumergimos en el azul de un día despejado, en el mismo segundo en que abrimos los ojos se escucha la suave voz de Tatsuro Yamashita que nos dirige hacia el hogar de Kun. Es un niño de 4 años que al conocer a su nueva hermana pequeña Mirai, verá cómo su mundo se da vuelta por completo.
Su director es el gran Mamoru Hosoda, conocido por trabajos como Wolf Children y El niño y la Bestia, entre otros. El japonés tiene la habilidad innata de relatar historias sobre la familia, desde cuán diferente pueda ser y qué nos convierte en una. Ese es el caso de Kun, el hermano mayor no soporta perder la atención de sus queridos padres, por lo que viajará a través del tiempo y espacio para descubrir de dónde viene, hacia dónde va y lo más importante: ¿Quién es?
La narrativa del filme hace uso del efecto que provoca la nostalgia en nosotros. La forma en que el guion se deshace para mostrarnos los lazos que unen a las familias es emocionante, porque es gracias al amor pasado de generación en generación que nosotros llegamos a existir en primer lugar. Mirai es una pintura colorida que retrata cómo llegamos a ser quienes somos. Es el icónico estilo de animación de Hosoda, el que nos entrega grandes sonrisas y lágrimas, con ambientes llenos de movimiento y paletas de colores suaves.
Podrá ser la obra más sencilla de Hosoda en cierto sentido, pero no por ello es menos encantadora. Es la sensibilidad nipona la que permite crear nuevas historias originales que son capaces de llegar a nuestro interior. A veces, necesitamos recordar qué es lo esencial e invisible hacia nuestros ojos.
Cuando me cuesta recordar por qué voy al cine, recuerdo la alegría que me provocan películas como Mirai: Mi pequeña hermana. Lo humano es universal y no podemos olvidarlo. Les recomiendo ir a verla, podrán encontrarla doblada al español y en japonés con subtítulos. Traigan a su familia, a más de alguno se le caerá una que otra lágrima de emoción.
Por Constanza Lobos
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