Desde que la incursión del director mexicano Guillermo del Toro nos trajo por primera vez a la pantalla grande el cómic de Mike Mignola, y con dos películas a su haber, Hellboy se transformó en un personaje muy querido por los fans. Cuando la tercera parte nunca llegó, hubo decepción.
Hasta que se anunció este nuevo reboot a cargo del director Neil Marshall (quien ha dirigido varios episodios de Game of Thrones), con David Harbour (Stranger Things) como el demonio rojo y que se estrena hoy en todos los cines.
Esta nueva adaptación, con Mignola mucho más involucrado en su desarrollo, expande la mitología de su material original, mostrándonos nuevos personajes y explorando más a fondo la descendencia real de Hellboy como descendiente del Rey Arturo. Suena bien, ¿no?
Tristemente, la película no consigue mezclar todos estos nuevos elementos en una historia decente. En vez de eso nos quedamos con un guion horriblemente armado, donde ningún personaje tiene un peso real en la narrativa y son simples herramientas para hacer avanzar la trama. Porque cuando ni siquiera la relación entre Hellboy y su “padre” el profesor Broom (Ian McShane) es capaz de mostrar un atisbo de complejidad o sentimientos reales, definitivamente algo anda mal.
Y al parecer Neil Marshall, estando consciente de estas fallas, pensó que sería buena idea compensar esto con un mediocre festival de gore, CGI y chistes. Pero, siendo justo, no todo el gore ni los chistes son malos, hay momentos donde funcionan muy bien, el problema es que caen en los excesos y eso hace que la sobre compensación se note.
El punto fuerte de la película son David Harbour como Hellboy, haciendo un gran trabajo al mostrarnos el lado más cínico, irreverente y borracho del personaje, y también Sasha Lane en la piel de Alice, una médium y la mejor amiga del protagonista. Ella por sí sola o bien junto a Harbour hacen de los pocos buenos momentos que hay en este filme, los mejores.
Así, Hellboy es una película que no hace justicia a su fuente de origen y en vez de eso simplemente la reduce a una trama que termina siendo completamente trivial, con una villana trivial (¡Milla Jovovich merece mejores papeles!) y donde el gore y la sangre abundan, pero la calidad no.
Y recuerden, hay dos escenas post crédito.
Por José A. Pino
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