Del director de Siempre Alice, protagonizada por Julianne Moore, Wash Westmoreland llega con una nueva película a su altura. Una biopic de época sobre la afamada escritora feminista Sidonie-Gabrielle Colette, o más conocida como Colette.
Colette (Keira Knightley) era una chica del campo, en la Francia de fines del siglo 19. Conoció a un exitoso escritor parisino llamado Willy (Dominic West) y juntos se fueron a vivir a la explosión cultural de París. Willy contrataba ghost writers para luego publicar las obras bajo su nombre, una práctica común en esos tiempos. El cambio llega cuando le pide a Colette escribir para él, lo que dará como resultado una novela que será la sensación cultural del momento y por años.
Es un filme vibrante que, muestra cómo Colette crece en un espacio dominado por hombres donde las mujeres son invisibilizadas. Keira Knightley encarna en carne y espíritu a la escritora francesa. Keira es Colette, tal como Colette es Claudine en la cinta.
Su performance permite encariñarnos con ella, admirarla y reírnos con su humor ingenioso.
Su performance permite encariñarnos con ella, admirarla y reírnos con su humor ingenioso.
La cinematografía a cargo de Giles Nuttgens es un trabajo espléndido. La belleza de ciertas escenas trae a la mente pinturas de la época. La fuerza y belleza de Colette se traspasa a la cámara, casi como si fuese posible hablarle a través de la pantalla.
La dirección de Westmoreland fue clave en Colette, como obra, resultó diferente -y mejor- que sus contemporáneas. Por lo general el tinte trágico está presente en este tipo de trabajos, lo que hace predecible y aburrido el poco riesgo que toman los directores. Por eso este caso es diferente, el tono que utiliza el director inglés permite que Colette no se hunda en su esencia melodramática. Para ello utiliza un sutil humor inesperado que consigue aligerar y refrescar su sustancia.
Para los momentos trágicos, Westmoreland hace uso del trabajo de Thomas Adès en el score. La tensión se ve intensificada con la música, no son necesarios los diálogos, solo la expresión de Knightley. Generando pasajes que marcan hitos en su vida.
La lucha de Colette por recuperar sus derechos, su pelea contra los roles de género y las limitaciones que impuso la sociedad en ella es magnífica. Al ser una historia real, la adaptación tiene como deber mínimo, representar en toda su magnitud lo que fue un personaje como Colette. Y lo consigue.
Es una película que da gusto de ver en pantalla grande. ¿Cuándo no nos ha gustado ver a una mujer real revolucionando la literatura, la expresión sexual y los estereotipos de género?
Por Constanza Lobos
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