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9/07/18

[Reseña cine] La Monja (The Nun): Por qué es necesario que exista IMAX

¡Amigos! ¿Tenían mucho tiempo esperando la siguiente película de la seudo-saga de El Conjuro (El Conjuro 1, 2, Anabelle 1, 2)? ¿Sí? ¡Pues no esperen más! La monja ha llegado a sus cines favoritos y, menos mal, también en formato IMAX. ¡Es verdad! La monja menos favorita de todos los asiduos al cine de terror está aquí, hábito y mirada creepy incluidos.


¿Un pequeño de qué se trata? Es la historia de un convento en un pueblo perdido de un país eslavo, Rumania, en que se ubica un castillo que es utilizado como convento de monjas que no salen jamás. De esas que usan un hábito negro bien medieval. Y parte en una escena medio random en que los Warren (la pareja de El Conjuro) están mirando un cuadro que Ed (el Warren) está pintando, mientras Lorraine (la Warren) le dice que ha tenido una premonición de su muerte y que ese demonio que pinta (la monja) es real ¡Chan!


Después está la escena inicial clave donde aparece ya una insinuación de qué pasa en el castillo. Una monja se suicida. Su cuerpo cuelga por días. Alguien lo encuentra (un franco-canadiense que vive en Rumania). Y de ahí nos vamos al Vaticano donde le encargan al padre Burke que vaya a ver este castillo muy perdido en medio del universo porque “temen que ya no sea tierra santa”… y de paso, llévate a esta novicia que está en Londres y tienes que ir a buscarla por ninguna-razón-en-especial… o para que la posean o qué se yo. Y nada. Van. Le piden al franco-canadiense (le dicen “franchute”… como que es relevante de alguna forma su nacionalidad) que los guíe hasta el castillo-convento.


Y ahí empieza la acción. La película the real. Cuando ellos llegan y empiezan a pasar un montón (literal, un montón) de cosas raras que claramente son el indicio de que ahí está pasando algo raro. Total, esto es en 1952, todavía no existen los Warren… ni el celular y las cartas se demoran diez años en llegar y están en un pueblo en Rumania, que en la película es como decir que están en una isla perdida de 1810. Así que piola. Nadie tiene por qué imaginarse que un convento rodeado por cruces, de donde no salen las monjas quién sabe hace cuánto (ni nadie sabe cómo entran, tampoco) y donde apareció una colgada en medio de la puerta de entrada, signifique que hay algo malo ahí.


¿Lo malo? El guión es medio absurdo. Si ya las películas de terror tienen un estándar relativamente bajo de “los personajes actúan de forma racional”, acá llega a ser ridículo: “¡Amigo, tiene un magíster en exorcismo, doctorado en demonios, tiene libros, tiene la cruz, tiene la experiencia traumática, dese cuenta de que ahí hay un demonio! ¡Saque el agua bendita, por favor!” (Esa era yo en el cine).


¿Lo bueno? Tiene muchos screamers. Entonces, de verdad te pegas algunos sustos. Maneja bien la tensión en ese sentido; en que no sabes si va a aparecer la monja en el espejo… o atrás tuyo, en la sala. Por lo que la recomiendo para IMAX. El sonido preciso (ajustado con láser), la pantalla agrandada, la experiencia envolvente, pueden hacer olvidar las fallas ‘guionísticas’ y centrarte en lo que de verdad importa: una monja-demonio anda suelta en el mundo.


Por Adriana Villamizar

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