Diez años han transcurrido desde la primera película de Mamma mía!. Una década desde que pudimos disfrutar ver cantar y bailar a Meryl Streep, Colin Firth, Julie Walters, Pierce Brosnan, Amanda Seyfried, Stellan Skarsgård, entre otros. Todo al son de la música del grupo ABBA.
Esta vez la historia se enfoca en la juventud de Donna, en contraste con el presente actual; Sophie se encuentra reinaugurando el Hotel Bella Donna. A la joven Donna la interpreta Lily James (Baby Driver), quien posee un desplante sin igual que consigue llenar los zapatos que dejó Streep. Es un filme encantador, la relación entre madres e hijas sigue marcando el punto central de la historia.
Sobre las versiones jóvenes de los -antes- pretendientes, cada uno logra distinguirse al mismo tiempo que personifican de gran manera a sus antecesores. Lo mismo ocurre con las amigas de Donna, las actrices consiguen encarnar de gran manera sus roles. La elección del elenco fue vital para lograr hacer los diversos saltos entre el pasado y el presente.
Algunos acontecimientos -no tan- inesperados pueden llegar a bordear lo ridículo o ser completamente ridículos. Pese a ello, es la calidez de Mamma mía! lo que hace disfrutar tanto lo ilógica e irracional que pueda ser. Es su esencia misma, la que nos cautivó hace diez años, la que nos hace aceptar lo que sea.
El enorme montaje del musical logra capturar los mejores momentos y convertirlos en una historia entretenida, emocionante y brillante. Es ese tipo de largometrajes que al salir de la sala terminas feliz tarareando alguna de las canciones. La banda sonora compuesta por ABBA continúa demostrando su legado atemporal.
No puedo dejar de mencionar la participación de Cher. Desde que entra a escena nada será lo mismo, su presencia es icónica. A la vez, que la corta participación de Meryl Streep les romperá el corazón.
Por Constanza Lobos
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