Pasa algo muy freak con los libros autoeditados, como es el caso de la nueva novela de Jorge Yacoman, El vestigio del silencio: Te aproximas a ellos sin ninguna idea de qué es lo que vas a leer. En este caso, no hay contratapa, no hay biografía del autor. Solo un enigmático libro tamaño bolsillo con cubierta blanca y manchas negras.
Esto es algo bueno y algo malo. Lo bueno es descubrir un inesperado mundo. Malo, porque puede que te de miedo aproximarte a él. Así que ahora tienes, querido lector mágico, que tomar una decisión, pero te voy a ayudar: El vestigio del silencio es un libro raro. Hay que darle tiempo para asentarse y procesarlo, pero tiene su genialidad porque va cambiando en cada tramo y estás, literalmente, en la cabeza de un amnésico. Medio thriller, medio drama. Con toques de En busca del tiempo perdido. En otras palabras, vale la pena leerlo. La decisión es la siguiente: si sigues leyendo, pierdes el misterio del libro autoeditado (pero sabes de qué se trata el libro –lo que no le quita nada al fondo de libro) o paras ahí y vas a comprarlo a ojos cerrados.
¿Sigues? ¡Te cuento! Entonces, estás ahí, con este libro en mano con cero expectativas y empiezas: un hombre random en una ciudad random va en una micro. Es medio amargado (medio es un eufemismo) y va mentalmente tirando odio psicológico a todos los otros pasajeros. De repente una muchacha buenamoza lo mira y le sonríe (Onda ¿qué?) y, bien gringo todo, empiezan a salir.
Y la mujer de la micro, Frances, resulta ser bastante perfecta para él: un opuesto extrovertido y con pocas trabas respecto a él y su condición. Resulta que el amigo, llamado Harry Dillard, tiene muchos, muchos traumas. Traumas que en realidad son cosas que no entiende porque –por lo que sabe- tuvo un accidente de auto hace un par de meses y toda su vida se borró. Con suerte sabe que se llama Harry. Bueno, no tanto: algo sabe. Pero por encima de todo lo que sabe está la bruma de no estar "cachando" nada de la vida.
Total, es que su vida empieza a cambiar desde Frances. Es como si ahora quisiera salir del letargo en el que ha estado los últimos dos meses y que, como son lo único que puede recordar, es como si toda su vida hubiera sido ese letargo. Sin embargo, lo limita en entregarse por completo a esta nueva libertad la intuición de que hizo algo malo. Algo que nadie le está diciendo o que nadie sabe.
Y de repente –esto no es un spoiler, amigos. Sigan leyendo con toda confianza porque es otra cosa leer el libro- se ve envuelto en una trama medio psicológica extraña de alucinaciones que luego desencadenan en lo que pareciera ser un thriller de mafiosos. Todo escrito como si de verdad estuvieras en la cabeza de Harry. O sea, muy perdido y sin entender nada, pero con ganas de saber qué sigue. Y encima está escrito como si fuera una película (por Yacoman es guionista) y estuvieras leyendo una traducción de Hollywood.
Si has llegado hasta aquí, solo te queda ir a buscar tu copia de El vestigio del silencio y saber qué onda Harry y su falta de memoria.
Por Adriana Villamizar
Habrá que leerlo.
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