Las adaptaciones cinematográficas de videojuegos son un tema que fácilmente podría dar para una exhaustiva investigación por parte de los más eruditos académicos del cine. Quizás ellos podrían explicar por qué más del 90% de estas adaptaciones fracasan ya sea en la taquilla, con la crítica o ambas.
Es en este contexto que partimos la semana con el estreno de Tomb Raider: Las aventuras de Lara Croft, tercera adaptación (detrás de las dos con Angelina Jolie) de una franquicia que partió en consolas en el año 1996, esta vez con Alicia Vikander como protagonista.
Cada vez que aterriza una nueva película de algún videojuego (especialmente si es uno que me es familiar) tengo una vaga esperanza de que por fin pueda ver algo que me deslumbre, algo que sea la excepción a esa maldita regla que nadie a logrado romper por completo. Tomb Raider, lamentablemente, no logra entregarnos una adaptación interesante.
Aunque a ratos entretenida, un guion escueto termina por ser el muro que separa a esta película de ser una de las buenas. Escenas innecesarias, una relación padre e hija excesivamente cursi y actuaciones secundarias que rayan en el cliché son las cosas que dejan a esta adaptación dentro del montón.
Los mejores pasajes son aquellos que rinden tributo directamente al juego, como aquellos intricados puzles o los frenéticos escapes de las trampas. También hay que reconocer que la elección de Alicia Vikander para ser la nueva Lara Croft fue un acierto; gracias a ella la película no llega a hundirse por completo.
Si jugaron los clásicos Tomb Raider o incluso la última versión de PS4 (la más similar a la película) es posible que lleguen a divertirse, pero si vienes esperando otro filme de acción más, espero no te lleves una decepción.
Por José A. Pino
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