El Proyecto Florida, no es la típica película que se apoya por completo en la problemática social que está relatando. Al contrario, es dentro de esta temática donde sin maquillar la realidad, muestra la cruda y onírica vida de los “abandonados” que dejó la crisis subprime de Estados Unidos.
Desde el comienzo, se nos presenta a Moonee una niña pequeña que, para ella, el mundo es su parque de diversiones. Donde tiene demasiado tiempo libre y cree predecir cuando los adultos están a punto de llorar. Moonee vive con su madre en un cuarto rentado de un motel de color lila.
El administrador del motel es Bobby, interpretado por un imponente – a la vez – sencillo Willem Dafoe. Es cómo encarna su papel, lo que logra brindar junto a la actriz detrás de Moonee, Brooklynn Prince, los mejores momentos del largometraje por lejos.
Sean Baker, posee una afinidad de aguja para captar la intimidad y la inocencia de los niños de padres despreocupados, ausentes o atrapados en el trabajo. Existen planos desgarradoramente bellos, producto de la dirección de Baker la que logra transformar al Proyecto Florida en una introspección directa a la situación actual de miles de cientos de personas.
Un gran acierto, que es posible notar de principio a fin es la meticulosidad de la dirección de fotografía y de la dirección de arte. Porque no todo es posproducción, si no que cada color va más allá de las prendas de vestir, es el reflejo de un cielo azulado lleno de nubes que parecen algodones.
Sean Baker logra convertir la apariencia de sus personajes, en la punta del iceberg por todo lo que hay detrás de cada uno de ellos. Lo que a veces escogemos ignorar, pero sabemos que existe y que en algún momento nos alcanzará.
Cuando es palpable el buen uso de recursos, es fácil de ver la maestría de hacer mucho con lo justo. Tal como es la decisión de proyectar esa mirada infantil y colorida, una pincelada bajo la dulce mirada de una niña que tiene sus propios mundos en los cuales perderse.
Por Constanza Lobos
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