Entre los muchos estrenos de esta semana, tenemos a La Salamandra, película chilena dirigida por Sebastián Araya (Azul y Blanco). Protagonizada de Cristián Carvajal, Tamara Acosta y Elvis Fuentes. La Salamandra, viene siendo la segunda entrega de una trilogía que comienza con el filme El Lenguaje del Tiempo, en el cual también actúa Acosta.
La historia parte con un hombre que se siente preso de su vida. Que no logra encajar con los estándares sociales a los que aspira pertenecer. En este círculo vicioso de una vida rutinaria, que día tras día va matándolo por dentro, volviéndolo loco hasta que decide cambiar y quemar todo.
La Salamandra es en sí un delirio surrealista. Una película que busca experimentar sobre las emociones más profundas y degeneradas del ser humano. Por varios momentos trae a la memoria el cine de David Lynch.
Por momentos, podemos observar los cambios de locaciones que van acorde a los cambios mentales que está sufriendo el protagonista. Donde el suspenso juega su papel en un modo totalmente escalofriante, hasta preguntarse ¿Cuánto puede uno desconocerse con el fin de intentar sobrevivir?.
Con pinceladas del cine de Alejandro Jodorowsky, creo que lo más interesante es el retrato que hace Araya de esta sociedad moderna que tiene vigilados a sus trabajadores y la manera en que siempre hará que exista una diferencia social que los separe de los “otros”.
Creo que su punto débil es la extensión del largometraje, pudo haber dicho más en menos tiempo del que necesitó. Lo que produce que por momentos uno pierda la concentración. Lo cual no le quita mérito a su trabajo narrativo, que desde el comienzo entrega esa vibra a lo 1984 de George Orwell.
Definitivamente no es una película apta para todo público, es intrigante y dudo que deje a alguien indiferente.
Por José A. Pino
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