La última novela de Colson Whitehead, El ferrocarril subterráneo, es todo un fenómeno. No sólo fue galardonada con el premio Pulitzer, sino que críticos de todo el mundo la han alabado. Y es que al mismo tiempo que maravilla su escritura e historia, también traspasa las emociones de quienes somos espectadores de cada pasaje de este libro. Nos involucramos con los protagonistas y nuestro corazón se mantiene apretado, con la esperanza de la liberación.
Whitehead se agarra de un episodio histórico para crear una historia grandiosa. El Ferrocarril Subterráneo era una agrupación del siglo XIX que abogaba por la erradicación de la esclavitud, y ayudaba a los esclavos a escapar hacia Estados libres del norte de Estados Unidos y Canadá. Este suceso es el punto de partida para imaginar a dos esclavos, Cora y Caesar que iniciarán un largo y peligroso viaje, aferrados al sueño de libertad.
Llama la atención la genialidad con la que los personajes y la historia del libro han sido creadas, pues vemos el estudio que hubo detrás de parte del autor para llegar a conformar la genialidad de Cora, su protagonista. Hija y nieta de esclavos pasa su vida en una plantación algodonera del Estado de Georgia, al sur de Estados Unidos. Como todas las plantaciones algodoneras, este es un lugar infernal, en el que Cora ha estado desde niña sometida a la crueldad y maldad de sus amos, además de convivir con la indiferencia de los demás esclavos del lugar. Completamente sola en un lugar hostil, conoce a Caesar, un esclavo que ha llegado recientemente del Estado de Virginia, quien le hace una propuesta que cambiará su vida. El Ferrocarril Subterráneo parece ser la salvación y abolición de la esclavitud, y frente al único deseo de libertad que ha experimentado en su vida, Cora decide huir con Caesar para imaginar una vida que no sea la de ser esclava.
En un viaje largo y riesgoso, ambos deberán sortear las dificultades que se les presentan, pero es inconmensurable el poder que tiene la palabra libertad. Así, no sólo se nos describe el viaje de ambos, sino que también la crueldad de la esclavitud, lo cual ilumina el vago conocimiento que el lector puede tener sobre la historia, y eso la hace tan fascinante como desgarradora. Al final caemos en la cuenta de que Cora y Caesar representan a miles de esclavos, y los castigos y abusos a los que han estado sometidos no son más que el reflejo de una sociedad que perdió su humanidad. Frente a esto, la novela nos incita a reflexionar sobre cómo el pensamiento equívoco de quienes creían ser una raza superior, manchó de sangre la historia.
A pesar de estar frente a una historia cargada de tristeza e injusticia, hay una luz en todo este relato, y es que el Ferrocarril viene a ser la esperanza de ambos personajes, como también lo fue para millones de esclavos. Que tuviese un final feliz o no, no es lo realmente importante, sino la posibilidad de abrazar la libertad. Y eso es lo que nos presenta esta novela: la posibilidad de aferrarnos a los sueños, al igual que Cora y Caesar. El sólo hecho de provocar esto en el lector, hace que la novela sea grandiosa en todas las formas posibles. Un relato que representa una luz en el camino para la historia de la esclavitud, y también en nosotros para no olvidar jamás lo que ocurrió con cientos de hombres y mujeres, producto de una fatídica e injusta esclavitud.
Por Belén Gajardo
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