[Reseña cine] Loving Vincent: Donde la pintura y el cine se unen

Hoy jueves se estrena la película que tomó 6 años en terminar, siendo pintada a mano por más de 100 artistas, cada cuadro es una pincelada de principio a fin. Claramente, es una película única en el mundo. La película es dirigida por Dorota Kobiela y Hugh Welchman. Protagonizada por Douglas Booth y Jerome Flynn.

Loving Vincent, transcurre un año después de la muerte de Vincent van Gogh. Luego de que este, a sus 37 años se disparara con un revolver, muriendo a los dos días. La historia comienza en Arles, 1891.

Esta obra fílmica es asombrosa, simplemente produce un suspiro al ver el trabajo de cada escena que compone a la película. Son más de 65 mil cuadros pintados por artistas de todo el mundo, animados de tal forma que le otorgan un homenaje íntimo al pintor.

Comenzamos conociendo a Armand Roulin (Booth), a quien su padre le encomienda la tarea de entregar una carta del fallecido artista al hermano de este. Entregar sus condolencias y lograr hacer que la carta llegue a sus manos. Todo envuelto en un aura de misterio, frente a cómo fueron realmente las circunstancias de su muerte. Poniendo en duda su suicidio.

El largometraje danza a la par de la banda sonora de Clint Mansell, que transporta al espectador, a la par de cada precioso trazo, a un viaje lleno de un halo de nostalgia imposible de no percibir. La afección por descubrir las circunstancias de los últimos tiempos de vida de van Gogh, vuelven de esta película algo de lo cual enamorarse. Mientras el misterio avanza, con Armand como un cierto tipo de detective toda la atención se dirige al trabajo de las brochas de cada pintor que participó en esta obra. Cada escena, locación, personaje, la misma emoción parecen como si hubiesen sido pintadas por el mismo Vincent van Gogh.

Como homenaje, Loving Vincent se siente como ver un sueño, una historia triste de uno de los más grandes artistas de todo el tiempo. En este sentido, es una obra fundamental donde las artes pictóricas y cinematográficas se polimerizan en un mágico viaje que recomiendo tanto para los conocedores de van Gogh, así como también para los que quieran familiarizarse más con él.

Por José A. Pino