Hoy es un nuevo jueves de reseñas, adelantamos la semana con la crítica de IT hace un par de días, pero ahora toca el turno de un estreno que ha pasado un poco más desapercibido. Hablamos de la película de superhéroes rusa llamada Guardianes.
La película llamó mucho la atención cuando salió el tráiler pues era una suerte de Vengadores/Cuatro Fantásticos rusos, donde tenemos a una mujer invisible, a un maestro tierra de avatar, a un Flash con cuchillos y un hombre oso muy similar a King de la serie de videojuegos Tekken.
No caigamos en el prejuicio de porque es una película de superhéroes de Rusia, esta va a ser un desastre. En efecto, la película es desastrosa, pero aun así es digna de ser vista, ¿por qué? Simple, es como la primera vez que ves una película de Michael Bay, lo haces por la experiencia. Si bien Guardianes posee una trama muy simplona, grupo de héroes versus villano malvado, —básicamente la trama del 90% de las películas de superhéroes — el tema es que simplemente se queda ahí, no va más allá. Para qué hablar de desarrollo de personajes, tanto los protagonistas como el antagonista son completamente bidimensionales, sólo existen para hacer lo que todos sabemos que van a hacer y nada más.
En el aspecto visual al menos podemos rescatar ciertas cosas. Aún si los efectos especiales no son nivel Michael Bay y a veces dejan un poco que desear, ver a los héroes en acción resulta particularmente entretenido a pesar de lo plana que resulta su historia. Las secuencias de combate son frenéticas y amigables para todo público. Mal que mal es imposible no encontrar llamativo ver a un hombre oso disparando una ametralladora.
En pocas palabras, Guardianes es simplemente un blockbuster de superhéroes que es cercano y lejano al mismo tiempo de los arquetipos hollywoodenses, pero que logra llamar la atención gracias a la particularidad de sus personajes y la frescura de que ya no sea Estados Unidos los que sean amenazados por el malvado villano. Definitivamente es un bello y desastroso espectáculo que debe ser visto con mente abierta y por la experiencia misma.
Por José A. Pino
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