Emilio decidió, contra todo el conservadurismo de su padre, dejar Chile e irse a Francia a realizar su doctorado en lingüística. Pasajes comprados, avión directo: París, la ciudad del amor. Sin saber hablar francés, en poco tiempo se dio cuenta de que el dinero se vuelve agua cuando no trabajas. Así que consiguió un trabajo de conserje nocturno en un hotel.
Y la vida de noche le trajo consecuencias: conoció a Chloé, una joven francesa de dientes grandes que le dio vuelta la vida y lo llevó a un pequeño departamento con vista a un cementerio. Las tumbas silenciosas fueron testigos de más de una noche de pasión.
Pero Emilio no estaba preparado para saber quién era Chloé. Y Chloé tampoco para ser descubierta. París se convierte en un pequeño cementerio bajo la luna, donde todos son tumbas misteriosas de algo que fue, pero que nadie entiende bien.
En Chile se acabó la dictadura, pero las pequeñas manos de la CNI se mueven como raíces bajo la estructural paz de la democracia. Algo hay con el padre de Emilio, quien recientemente decide dar un cambio a su vida amorosa. Emilio vuelve y se encuentra cara a cara con la vida que dejó atrás ¿sería también Santiago un pequeño cementerio?
Pequeños cementerios bajo la luna de Mauricio Electorat es una novela cargada de humor negro (bien chileno). Se mueve en dos culturas, la francesa y la chilena, siempre desde la perspectiva de un extranjero: un Emilio Ortiz que nunca logra pertenecer a ninguna parte (¿porque no quiere o porque no puede?) y tiene que lograr desentrañar los secretos de otros que le permiten conformar su personalidad.
Descriptiva lo suficiente en algunos pasajes, devoradoramente rápida en otros. Es como adentrarse en la vida de otro (¡como todo buen libro!), pero con una seria intención de crítica y autoconocimiento. De reflexión. No solo personal, sino nacional. El pasado que muerde si se omite.
Fuerte, triste, graciosa. Algo de afecto se le toma a Emilio, de decisiones impredecibles, de cuestionamientos, de omisiones culposas, de impulsos irrefrenables que convierten cada ciudad en una hilera de epitafios en piedra y mármol, bañados suavemente por la luz tenue de una noche tibia. Silenciosa y estrepitosa a la vez. Pequeños cementerios bajo la luna: un montón de tumbas y descubrimientos.
Por Adriana Villamizar Rivera
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