Paolo Genovese escribe y dirige esta comedia italiana que viene a refrescar nuestras carteleras con algo distinto, pero no por eso menos entretenido. Imaginen un grupo de antiguos amigos que se reúnen a cenar, y en medio de eso surge un juego macabramente sincero, donde todos dejarán sus teléfonos frente a la mesa y estando obligados a revelar de manera pública cualquier mensaje o llamada puesta en altavoz. ¿Qué tantos secretos podrían esconder un montón de familias consolidadas? Es de suponer que el juego desencadenará algunos problemitas, y la gracia es que en el transcurso iremos conociendo verdaderamente a los personajes, al igual que ellos entre sí.
La idea de una extendida escena que transcurre en la misma locación genera una buena dinámica. Funciona como una mesa redonda, y la distendida conversación entre personalidades tan distintas te va involucrando fácilmente en la aparición de los primeros conflictos. Presumir de inocencia en medio de risas incómodas, o mirarse y llegar a no reconocerse, ambos reflejos de una historia que profundiza en las problemáticas de una relación llevadas a su punto de origen, pero mediante una burla que comienza de manera sutil y que termina con algo de exageración. No resuelve de la mejor manera ese último acto, ya que las sorpresas y lo bien que evolucionan los personajes no son suficientes para levantar un desenlace demasiado inevitable, pero lo positivo es que el mensaje termina siendo significativo, y mejor aún, en una película muy agradable de ver. Se las recomiendo.
Por Andrés Leiva
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