En el espacio nadie podrá escuchar tus gritos. La perfección tuvo grandes nombres detrás, y que el legado de H.R. Giger haya calado tan fuertemente tuvo a un responsable, Ridley Scott. Es sabido que El Octavo Pasajero es considerado un clásico indiscutido. El monstruo y la heroína, un complemento tan bien llevado desde la magia del cine iba a significar inevitablemente en la creación de una franquicia, un plan del que su creador dejó de ser parte, o eso es lo que creíamos. Haya sido una idea maquiavélicamente pensada desde un comienzo, o algo que surgió paulatinamente como una experiencia de vida, lo cierto es que Scott ha tenido las ideas y los recursos necesarios para convencer a FOX de que el regreso a sus “queridos” xenoformos debía ver la luz, y la peculiar Prometheus, aunque dividió a la audiencia, dejó bien en claro que su secuela iba a enderezar las cosas hacia lo que muchos anhelamos. Al llegar el día me pregunto reiteradamente si Covenant es lo que verdaderamente necesitábamos, y la respuesta es más bien decepcionante.
Construir un producto de entretenimiento en desmedro de una franquicia con valores mayores tiene sus consecuencias, Alien vs Depredador es un buen ejemplo. Sabíamos que Scott es un cineasta con una larga experiencia y con la filmografía necesaria para acallar cualquier boca mal intencionada. Por lo demás, su desprecio hacia el cine de Marvel Studios no hace más que reafirmar su parada frente al mundo. Por esto no sorprende en nada el camino que supuestamente decidió tomar para su futuro detrás de las cámaras. El gran problema es que el elegido para potenciar su gran visión fue Alien, una joya que pese a cualquier lógica, hoy parece más segura en manos ajenas. Y hablar de lógica es relevante, porque increíblemente Alien: Covenant se define a sí misma como un película culta, profunda en sus convicciones filosóficas, pero al mismo tiempo cerca del cine masivo, genérico y predecible. ¿Cómo hacer calzar ambos mundos? Nada más corrido el primer acto y la mezcla en tu sensación de extrañeza es capaz de generar una suerte de atracción. Es un cuento que sabes como va a terminar, pero llama tanto la atención la forma en que va construyendo su atmósfera casi gótica que no sabes si amarla o odiarla por completo. Personalmente decidí amarla, al menos en un comienzo, total el primer vistazo a las criaturas está magníficamente filmado y con un CGI que le viene estupendo a la experiencia. Sumar eso a las cosquillas constantes al referenciar la película original sólo aumenta tus expectativas por entender el origen de todo, y ahí está la trampa, porque desde que percibes el débil rol de la protagonista en la historia se pierde cualquier opción de que la película termine en algo bueno, y es justamente lo que ocurre.
Una expedición forzada por la idiotez se ayuda de unos personajes menos insoportables que los de Prometheus, no se puede negar. Pero ya sabemos que Scott puede hacer lo necesario para que perdamos cualquier empatía por ellos, total hay cosas más importantes que contar. Así, el desarrollo de la película se va por terreno demasiado conocido, y el único desconocido no es más que Michael Fassbender con su doble personaje de androide. El regreso de David era esperado, de antemano sabemos lo bien interpretado que llegará a ser, pero esas virtudes vistas en la entrega anterior se ensucian por los requerimientos de un guion situado 10 años después. Sabremos en el transcurso que la importancia de las interrogantes que plantea Prometheus difícilmente serán respondidas satisfactoriamente en ésta entrega, y tampoco tiene sentido que pasara, porque el énfasis que busca Scott está disfrazado en los hermosos diseños de H.R. Giger, pero contienen un cuerpo diametralmente distinto, y las ideas detrás de “la creación” llegan a ser tan interesantes como absurdas. Podríamos entrar a discutir acerca del daño que le hace Scott a los conceptos originales de esta saga impulsada por él y maravillosamente explotada por James Cameron, pero ateniéndonos solamente a las aspiraciones de una producción de esta envergadura hay que decir que la película cumple los estándares comunes. Ritmo lento al comienzo pero intensificándose cuando se requiere, las dosis de gore son bastante brutales, y el rumbo del conflicto se repleta de giros, algunos sorpresivos, y otros llegando a ser obviedades absolutas.
No podría negar que Alien: Covenant me entretuvo. Tampoco podría ocultar que cada revelación conectada a los sucesos ocurridos cronológicamente después me dejó paralizado por unos segundos, para bien y para mal. La película te mantiene inserto en su estética y buscará hacerte reflexionar por cada cuestionamiento a lo que creías saber. Es una necesidad imponente por parte de Ridley Scott por meternos en su juego camino a la grandeza, a que el eterno círculo que encierra los alcances del poder te vuelen la mente. No hay humanos que sean dignos de esta epopeya, pero lo más importante, no hay peor recurso que el que olvidaste usar, porque la esperanza de que lo recuerdes te genera expectativas que fácilmente te destrozarán, y el xenoformo es uno de ellos. ¿Qué nos queda? Rezar por que Neill Blomkamp saque adelante su Alien 5 suena a una gran pérdida de tiempo, pensando en las dos secuelas adicionales de Scott que cerrarían cualquier espacio a la especulación en torno a la película original del 1979. Pero hey, estamos hablando de Ridley Scott dando a vida al xenoformo que luce como probablemente lo soñó desde un principio, una premisa que por sí misma podría merecer nuestra atención, debería.
Por Andrés Leiva
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