Reseña cine - En el ático (The Dissapointmen Room): El terror que nos disgusta

En el ático (The Dissapointmen Room) es una película de terror dirigida por D. J. Caruso y estrenada el año pasado en Estados Unidos. El retraso en su llegada a nuestro país tiende a generar dudas razonables acerca del nivel de esta película, y la respuesta es afirmativa, no nos perdíamos de mucho. 

La trama comienza con una familia mudándose de casa y la atractiva protagonista que comenzará a vivir experiencias extrañas provenientes de una habitación secreta, una introducción clásica a estas alturas. Pero la historia detrás de lo paranormal tenía puntos interesantes, al igual que los complejos de la protagonista, y es lamentable que el terror genérico vuelva a hacer acto de presencia. Incluso, si intentáramos justificar un guion pobre con sustos eficaces podría salir airosa de sus defectos, pero hasta en eso tiene dificultades. 

Hablar de actuaciones cercanas a lo correcto no parece un punto importante de mencionar en éste caso, ya que lo que esperamos de este tipo de terror va más por las sensaciones. Apuntando a eso, hay dos escenas, incluyendo el clímax que sí consiguen tensionarte, y son justamente las que se acercan mejor a lo que la narrativa necesitaba. Pero es insuficiente, porque la atmósfera se siente tan plana que desmotiva, incluyendo una fotografía poco inspirada y el aspecto musical en el mismo nivel. A momentos realmente me interesaba Dana (Kate Beckinsale), la protagonista, su potencial hubiera podido tener un desarrollo que permitiera una interacción mejor con los “seres antagónicos” y vinculándolo más inteligentemente a sus propios trastornos, pero la trama avanza de manera muy predecible, y más aún, sin cambiar significativamente a los personajes. 

El desenlace termina siendo aún más esclarecedor de lo mal que lo mal que luce un conflicto que nunca se atrevió a despegar, y aunque En el ático logra un ritmo adecuado para mantenerte en suspenso, la sensación final de insatisfacción parece asegurada, incluso para los más aferrados a sufrir sobresaltos en las salas de cine.

Por Andrés Leiva